La
ciudad de las estrellas
Más comercialmente conocida como “La, La, Land”, “La
ciudad de las estrellas” acaba de
debutar en las pantallas avalada por el récord de siete premios Grammy. No es
que resulte muy conveniente dejarte seducir por tales galardones que buscan
rendimientos taquilleros, pero la tentación muchas veces supera a la
continencia, y por lo tanto, a pecar se ha dicho y ya veremos qué penitencia
pagamos. Solo que si en vez de penitencia culposa, a los breves minutos de
visionar la película empiezas a gozar de su frescura, a ti mismo te redimes y
alegras de haber optado por ella. Que un atasco matutino en plena autopista de
circunvalación se convierta en un número musical al estilo de “West Side Story” provoca la primera sorpresa agradable y anticipa todo lo
que durante las dos horas siguientes va a acaecer. Dos vidas paralelamente
jóvenes cargadas de sueños en la ciudad de los sueños que intentan verlos
cumplidos, se acaban cruzando. Y no sólo cruzando sino anudando en pos de
convertirse en uno desde sus diferentes quimeras que nacen de las ilusiones. Por un momento “The Way We Were” regresa del recuerdo, y los rostros de Robert Redford y Barbra Streisand cambian de
semblante por los de Ryan Gosling y Emma Stone, interpretando a un músico de jazz y a una
aspirante a actriz. Por un momento “Singin' in the Rain” reaparece de la mano, o mejor, de los pasos, de Gene Kelly y Debbie Reynolds y la
pareja protagonista les rinde homenaje. Porque de eso se trata, de rendir homenaje
a un género cinematográfico que tantas glorias ha dado a lo largo de la
historia del celuloide. Y en paralelo, sin abusar en exceso, la melodía que
consigue emocionar al más insensible de los espectadores como hilo conductora
de esta preciosa historia de amor. Lejos quedarán los pastiches de aquellas
poco creíbles conforme el argumento avance en sus vidas. Memorables serán los
minutos en los que el canto interior silenciosamente tararee el “qué hubiese
pasado si…” que todos en algún momento de nuestra existencia hemos sentido. Y
con todo ello, saldrás con la sensación de haber presenciado algo magnífico que
sin duda alguna acaparará más de una estatuilla. Mi apuesta fijo en cuatro. Mejor
actor, mejor actriz, mejor director y mejor banda sonora serán lo mínimo
exigible. Puede que esté errado y que los cánones del galardón vayan por otros
derroteros. Pero de lo que no tengo duda es que merece la pena, y de qué
manera, volver al cine para deleitarse con la frescura de una película como
esta. Cuando vayáis, prestad atención al modo de hablar de los ojos de ambos, y
ya me diréis si hablan solos.
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