domingo, 15 de enero de 2017


La ciudad de las estrellas



Más comercialmente conocida como “La, La, Land”, “La ciudad de las estrellas”  acaba de debutar en las pantallas avalada por el récord de siete premios Grammy. No es que resulte muy conveniente dejarte seducir por tales galardones que buscan rendimientos taquilleros, pero la tentación muchas veces supera a la continencia, y por lo tanto, a pecar se ha dicho y ya veremos qué penitencia pagamos. Solo que si en vez de penitencia culposa, a los breves minutos de visionar la película empiezas a gozar de su frescura, a ti mismo te redimes y alegras de haber optado por ella. Que un atasco matutino en plena autopista de circunvalación se convierta en un número musical al estilo de “West Side Story”  provoca  la primera sorpresa agradable y anticipa todo lo que durante las dos horas siguientes va a acaecer. Dos vidas paralelamente jóvenes cargadas de sueños en la ciudad de los sueños que intentan verlos cumplidos, se acaban cruzando. Y no sólo cruzando sino anudando en pos de convertirse en uno desde sus diferentes quimeras que nacen de las ilusiones. Por un momento “The Way We Were”  regresa del recuerdo, y los rostros de  Robert Redford y Barbra Streisand cambian de semblante por los de  Ryan Gosling  y Emma Stone, interpretando a un músico de jazz y a una aspirante a actriz. Por un momento  Singin' in the Rain” reaparece de la mano, o mejor, de los pasos, de Gene Kelly  y Debbie Reynolds  y la pareja protagonista les rinde homenaje. Porque de eso se trata, de rendir homenaje a un género cinematográfico que tantas glorias ha dado a lo largo de la historia del celuloide. Y en paralelo, sin abusar en exceso, la melodía que consigue emocionar al más insensible de los espectadores como hilo conductora de esta preciosa historia de amor. Lejos quedarán los pastiches de aquellas poco creíbles conforme el argumento avance en sus vidas. Memorables serán los minutos en los que el canto interior silenciosamente tararee el “qué hubiese pasado si…” que todos en algún momento de nuestra existencia hemos sentido. Y con todo ello, saldrás con la sensación de haber presenciado algo magnífico que sin duda alguna acaparará más de una estatuilla. Mi apuesta fijo en cuatro.   Mejor actor, mejor actriz, mejor director y mejor banda sonora serán lo mínimo exigible. Puede que esté errado y que los cánones del galardón vayan por otros derroteros. Pero de lo que no tengo duda es que merece la pena, y de qué manera, volver al cine para deleitarse con la frescura de una película como esta. Cuando vayáis, prestad atención al modo de hablar de los ojos de ambos, y ya me diréis si hablan solos.       

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