1. Artemio
A ver cómo pincelo este retrato cuando sé de
antemano que el equilibrio será imposible. Será imposible porque ser
equidistante con la razón y el sentimiento es un ejercicio digno del
equilibrista que sobre el alambre intenta mantener su postura para no caer al
vacío. Así que puesto a decantarme por uno de los brazos de la balanza, mejor
que gane el que luce por emblema la emoción y no la razón. Sobre todo cuando
encontrar razones en quien se mueve a golpe de emoción es un ejercicio llamado
al fracaso desde el primer instante. Ese instante en el que los dos meses de
diferencia hace años que sirvieron de puente de unión entre nosotros dos.
Quintos y yo diría que cuasi hermanos nacidos en los albores de un año que
finiquitaba década. Quintos que desde el antagonismo que tantas veces nos
caracteriza hemos sabido conjugarlo para sabernos parte de un todo. Porque así
te veo, amigo mío, hermano mío. Un todo capaz de sobrevolar por encima de las
vicisitudes que te han salido al paso. Capaz de callar más de una voz aseverativa
que apostaba por tu derrota. Capaz de llevar las cargas sobre tus espaldas
sabiéndote el atlante poderoso al que nada se le resiste. Así, como quien no da
importancia a lo anecdótico, como si
quisiera deslizar de su piel aquello que insiste en tatuarlo de gravámenes que
no se merece, así se defiende. Sabe mejor que nadie que las fases selenitas a
veces campan a sus anchas y no es cuestión de buscarle razones. Ha vivido y
sigue viviendo en el filo y ha conseguido perdurar a los intentos de heridas
que las heridas mismas han buscado provocar. Superviviente en el océano de
ingratitudes a las que se sube para evitarse decepciones sobredimensionadas.
Aquel que fuera sigue siendo y nada logrará cambiarlo. Las palas separadas de
su quijada infantil han ido dando paso a las nieves de sus pensamientos y sigue
buscando en los meandros a los juncos dóciles que le complazcan. Cansado de ser
observado ha decidido colocar sus pupilas al otro lado del objetivo como si
quisiera descubrir las verdades que los perfiles esconden pudorosos. Teme
injustificadamente para tejer sobre sí una malla protectora que en nada
necesita. Se divide buscando un cociente sin resto para que nada se quede a
medias. Abrió sus latidos y sus ecos sobrepasaron las cimas. Pocos fueron capaces
de entender sus partituras y los estribillos de las mismas carecen de valor. La
vida casi siempre se pone brava y no te permite medias tintas en tus afectos. O
quieres o ignoras. Yo, amigo mío, hermano mío, hace tiempo que opté por una de
ellas y jamás me he arrepentido.
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