miércoles, 10 de octubre de 2018


1.       Artemio


A ver cómo pincelo este retrato cuando sé de antemano que el equilibrio será imposible. Será imposible porque ser equidistante con la razón y el sentimiento es un ejercicio digno del equilibrista que sobre el alambre intenta mantener su postura para no caer al vacío. Así que puesto a decantarme por uno de los brazos de la balanza, mejor que gane el que luce por emblema la emoción y no la razón. Sobre todo cuando encontrar razones en quien se mueve a golpe de emoción es un ejercicio llamado al fracaso desde el primer instante. Ese instante en el que los dos meses de diferencia hace años que sirvieron de puente de unión entre nosotros dos. Quintos y yo diría que cuasi hermanos nacidos en los albores de un año que finiquitaba década. Quintos que desde el antagonismo que tantas veces nos caracteriza hemos sabido conjugarlo para sabernos parte de un todo. Porque así te veo, amigo mío, hermano mío. Un todo capaz de sobrevolar por encima de las vicisitudes que te han salido al paso. Capaz de callar más de una voz aseverativa que apostaba por tu derrota. Capaz de llevar las cargas sobre tus espaldas sabiéndote el atlante poderoso al que nada se le resiste. Así, como quien no da importancia a lo anecdótico,  como si quisiera deslizar de su piel aquello que insiste en tatuarlo de gravámenes que no se merece, así se defiende. Sabe mejor que nadie que las fases selenitas a veces campan a sus anchas y no es cuestión de buscarle razones. Ha vivido y sigue viviendo en el filo y ha conseguido perdurar a los intentos de heridas que las heridas mismas han buscado provocar. Superviviente en el océano de ingratitudes a las que se sube para evitarse decepciones sobredimensionadas. Aquel que fuera sigue siendo y nada logrará cambiarlo. Las palas separadas de su quijada infantil han ido dando paso a las nieves de sus pensamientos y sigue buscando en los meandros a los juncos dóciles que le complazcan. Cansado de ser observado ha decidido colocar sus pupilas al otro lado del objetivo como si quisiera descubrir las verdades que los perfiles esconden pudorosos. Teme injustificadamente para tejer sobre sí una malla protectora que en nada necesita. Se divide buscando un cociente sin resto para que nada se quede a medias. Abrió sus latidos y sus ecos sobrepasaron las cimas. Pocos fueron capaces de entender sus partituras y los estribillos de las mismas carecen de valor. La vida casi siempre se pone brava y no te permite medias tintas en tus afectos. O quieres o ignoras. Yo, amigo mío, hermano mío, hace tiempo que opté por una de ellas y jamás me he arrepentido.  

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