martes, 30 de octubre de 2018


La leyenda de Barney Thomson



Aquellos que no estamos abonados a ninguna opción televisiva quizás estamos demasiados descolocados y yo diría que abandonados como espectadores. La actualidad de las series se impone y te quedan las opciones de subirte al carro o hacerte a un lado. Y si optas por esta, más allá de los concursos sin gracia, las travesías del Serengueti y los debates de todo tipo, poco te queda como divertimento. Salvo que el destino se vista de noche de sábado, se acicale con la lluvia, se calce con las agujetas matutinas y decida jugar a tu favor.  Te sientas, observas el título de la película, calculas la duración y te dejas llevar. Distingues a Emma Thompson en un papel de madre absolutamente loca en pos del divertimento y a un rostro ya visto en The Full Monty llamado Robert Carlyle y todo empieza a rodar. Las desgracias le persiguen y a su anodina vida suma las sospechas que dos parejas de policías vierten sobre él al haber desaparecido su jefe, y posteriormente su segundo, de la peluquería en la que trabaja. Le comunicaron su despido y nadie lo sabe. A partir de aquí, todo se va encadenando en una serie intensa de cadáveres que ocupan los arcones frigoríficos convenientemente troceados. Glasgow con su incesante ambiente gris y lluvioso se presta a servir de plató a tales dislates y la flema del protagonista pocas veces se descompone. Del gris de su existencia se va pasando al rojo sanguinolento que las tajadas de los finados proporcionan. De cuando en cuando el recuerdo de fecha regresa y las coincidencias entre asesinatos y ausencias de la madre coinciden. Ella ha demostrado suficientes dotes de carnicera y las presencias de sus amigas entradas en años le ofrecen suficientes coartadas. Comedia negra en la que la suerte del protagonista siempre pende de un hilo que se tensa pero no desfallece. Ha dejado de llover y te das cuenta de cómo las carcajadas han silenciado a los truenos. Por un momento recuperas el agradecimiento por las obras bien hechas y aplaudes al ignorado que decidió poner ante ti dicha comedia. Sabes que son maestros del humor quienes tantas veces se muestran distantes y aprovechaste convenientemente la oportunidad de volverlo a comprobar. Por un momento, el aroma a after shave parece que quiere traspasar la pantalla y el afeitado a navaja te provoca escalofríos. Ha merecido la pena, sin duda, y si alguna vez regresas a Glasgow, te acercarás a la peluquería por si aún sigue con el negocio. Si al entrar observas un arcón al fondo, mejor no lo abras; nunca se sabe qué nueva sorpresa podría depararte.

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