Filosofía
Parece ser que vuelve
como asignatura. Aquella que en nuestros años de bachiller se mostrase como
interrogante abierta al pensamiento, regresa, afortunadamente. Sí, ya sé,
supongo que a más de uno o una le supondrá un esfuerzo supremo asimilar el
reencuentro. Probablemente no figurase entre sus asignaturas favoritas y me
solidarizo con ellos. Por más esfuerzos que pusiese en entenderla, entre el
tono de voz de la señorita Marisa y el horario de viernes vespertino a la que
se vio sometida, tampoco tuve demasiada querencia a la misma. Solamente con el
paso de los años empecé a encontrar respuestas a las preguntas nacidas del pensamiento
que buscaban aclarar las dudas existenciales que todos en mayor o menor medida
siempre nos hemos hecho. Y entonces comprendí cuánto de importante es lo que en
ella se plantea. Desde la vertiente que se quiera, en ella, en la Filosofía, se
nos abre un abanico de opciones desde las que afrontar nuestro discurrir
vitalicio. Unas y otras se enfrentarán, se complementarán, se parecerán, o no.
Y entonces seremos nosotros los únicos responsables de decantarnos por algunas
de ellas o buscar las que no han nacido
aún. Puede que en un momento determinado comprobemos cómo las religiones que
tan furibundamente se defienden o atacan también parten de unos postulados
filosóficos. Probablemente descubramos la evidencia de las posturas políticas
sobre las que una Filosofía más o menos interesada se asienta. Tendremos la
oportunidad de elegir en la medida en que reflexionemos sobre verdades y
mentiras que se camuflan sobre postulados y consignas. Realmente lo único que
nos mantiene a salvo de retroceder hacia el animalismo es el raciocinio y
demasiadas veces se le recluye en la caverna de lo obsoleto. Parece como si de
la posibilidad de libertad de pensamiento se temiese una libertad de acción no
siempre controlada y dirigida. Cómo permitir al individuo ir por libre y no
sentir pánico ante la posibilidad de su escapatoria del redil construido es el
auténtico temor que les ha llevado a olvidar dicha doctrina. Y en el peor de
los casos, algunas de las opciones se impusieron por la fuerza, por el miedo al
presente, por el miedo al más allá, o por el propio abandono del esfuerzo
personal hacia la reflexión. Así que, bienvenida de nuevo. Y ya puestos a adornar
el paraninfo de la recepción sería conveniente dejar que quien deba impartirla
actúe como docente libre de métodos impuestos por otros. Se corre el riesgo de
que lo que se transmita no concuerde con lo que la Autoridad espera. Mejor que
mejor, si así sucede. En lo que a mí respecta, por principio, ningún Principio
me inspira confianza y si viene impuesto, menos aún. Al final va a resultar que
empiezo a vivir mi día a día como si siempre fuera viernes, el reloj marcase
las dieciséis horas y la señorita Marisa fuera susurrando con su voz aflautada el
pertinente “¿ se me entiende?”
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