1. José Mateo Dalmau
Lo más probable será que cuando se percate de ser
el protagonista de este boceto instantáneamente se yerga, acomode el pelo,
ajuste su chaqueta y componga su postura adecuadamente. Sacará de sí mismo ese
innecesario documento que lo acredita como efebo del presente y estará
pendiente de recontar cuántas miradas se le enfocan. Sonreirá desde la ironía
que le caracteriza y mentalmente llevará las cuentas del coste que todo este
protagonismo le va a acarrear. Todo lo dará por bueno porque para él el
concepto de amistad se caligrafía en mayúsculas. Su trípode vital lo sustenta
sobradamente y ni siquiera los vaivenes del capricho lo logran derrumbar. Caso
de que la tormenta aparezca se encontrará con la protección laminada que de su
constancia nace para evitarle daños. Multiplicará dedicaciones a quienes quiere
porque de ello hace su modo de vida y subsistencia. Se evitará el defraudar a alguno de sus puntos cardinales y
esconderá el pudor a la caída de la
tarde en el tintero discreto del segundo plano de la vía. Jugará con las
sorpresas para que de ellas nazca el nuevo reconocimiento de su generosidad y
complacerá sin límite a las sangres que le identifican. Las horas le recorrerán
las venas intentando que sus días sean más largos y a pesar de todo tendrá
tiempo para quienes tiempo y charla necesitan. Este artesano de los fogones se
preciará de especiar como nadie las viandas que a sus manos lleguen y del
yantar compartido extraerá nuevas satisfacciones que amplíen el álbum de sus
recuerdos. Se soñará timonel del bergantín que cruce el Bósforo mientras entona
la esproncédica rima que hincha sus velas. Jugará a ser el adolescente
espontáneo que jamás perdió la insensatez que durante esos púberes años se
viste de moneda de cambio. Acumulará tantos afectos que precisará de espacios
abiertos por donde tenderlos para dejar constancia de ello. Se viste por los
pies y de los pies nace la firmeza y la convicción de su modo de actuar. Puede
que eche de menos la cosecha de aquellas matas que lo extrañan. Puede que no
logre entender los méritos contraídos para figurar en la lista de este
fotomatón de letras. Puede, que en el fondo, sepa que aquellos que lo tenemos
cerca tenemos claras las virtudes que atesora, la gentileza que desprende y lo
impostada que resulta la chulería que mal disimuladamente exhibe a modo de
coraza protectora. Tan solo será necesario un “¿jau?” como reclamo y toque
breve de atención para poderlo comprobar al instante.
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