Buscando
a Penny Lane
La
sorpresa me vino en el mismo instante en que fui receptor de semejante novela
sin esperarlo. El compañerismo se había infiltrado en los vericuetos de la
sangre y de ahí derivó hacia mis manos que receptoras se dispusieron a seguir
el paso invitador de aquella mítica portada. No sabía exactamente qué me iba a
encontrar. O una nueva rendición ante la grandeza de los genios de Liverpool, o
una historia de vidas entrecruzadas, o una biografía escondida tras el traje de
detective privado. Y resultó ser un total de todo lo anterior, afortunadamente.
En ella, Luis Bustamante, decide transmutarse en ese trípode argumental para
dejar constancia de cuánto se le debe a la música cuando la música decide instalarse
en nuestro interior. Cuántas y cuántas veces, acude a nosotros la melodía rescatadora
de desamores, de sueños no cumplidos, de ilusiones tan vivas que parecen
reales. Y lo hace con la agilidad propia de quien maneja las púas de un mástil
hexacordado de prosa como si quisiera deslizarse por los trastes de la
nostalgia y llevarnos de la mano del estribillo. Se deja acompañar por los
actores secundarios tantas veces erigidos como voces desafinadas que acaban
dando sentido a la melodía. Un punto de nostalgia de cuánto quedó por descubrir
en aquella década nos lleva a intentar usurparle al propio protagonista parte de
sus vivencias. Y en ello, Lenon, disfrazado de seudónimo en el firmante de la
obra, se encomienda y siempre encuentra un rincón metafórico en el que abrir la
funda de su guitarra. Allí, las monedas cómplices, caerán como agradecimiento por
parte de aquellos a los que el tiempo les voló y siguen pensando en qué dejaron
en el camino. Poco importará que las flores se hayan marchitado dentro de un búcaro
llamado realidad. De nada servirá buscar explicaciones en aquellos sueños de un
mundo mejor a los que la sucesión de títulos, de álbumes, de voces, dieron firma
y perpetuidad. El círculo sigue dividido en tres sectores en los que la
proclama sigue vigente y a nada que hurgues en la obra los acabas sacando a la
luz del presente. Compruebas cómo la ilusión se funde con el letargo de una
convalecencia y tras un primer momento sorprendente ya no te atreves a apostar
por un desenlace discorde. Tiene poesía en las introducciones capitulares para
irse adentrando en una nueva etapa de un incansable trasiego en busca de
respuestas. No son necesarias. Aquellos que tuvimos la suerte de vivir aun de
refilón aquellos momentos sabemos sobradamente que la respuesta siempre estará
en el viento, y eso, creedme, Luis, o mejor, Lenon, lo ha utilizado para hacer
volar a la cometa de la historia. Lo del tercio policíaco no es más que mera
excusa para no dejar resbalar la emoción por sus mejillas y que todos seamos
testigos de su tristeza.
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