lunes, 29 de octubre de 2018


1. Julen Lopetegui



Hace años que dejé de ser el apasionado seguidor del Real Madrid para seguir siendo el ilusionado seguidor del equipo de mi infancia. Dejé de intentar comprender a los directivos que mimaban a las quintas y cambiaban gradas por palcos. Seguí intentando curarme la cicatriz que aquellas derrotas me dejaban incluso los partidos amistosos para seguir engañándome con la ilusión de un juego llamado fútbol que cada vez tiene menos de juego. Y así, asido a la esperanza de recobrar viejos valores, de cuando en cuando, me siento enfrente de quienes defienden los colores creyendo que lo harán desde el pundonor y esfuerzo. Pero el tiempo me ha convertido en el crítico contumaz ante los hechos que desmerecen la historia y en más de una ocasión la desvergüenza llama a mi puerta. Por eso, y por otros muchos esos, aquella tentación a la que Lopetegui sucumbió estaba condenada al fracaso. Un presidente tentando y él aceptando las monedas traidoras que le harían más rico pero menos creíble. El regusto por el tintineo se superpuso a la palabra firmada y ahí se empezó a cavar la tumba. La desbandada previa no le fue suficiente argumento como para quitarse la venda en los ojos que el montante económico le puso y se dejó arrastrar hacia la supuesta gloria. Nada de hacer caso a precedentes actuaciones de colegas que vieron la ratonera y rechazaron el queso. Nada de dejar paso a la reflexión que le anticipaba una etiqueta que jamás podrá quitarse de encima. Nada de dejar pasar la oportunidad de triunfo cuando los cantos de sirenas te lo entonan sin partitura. Un fiasco total al que no querer ver en su total amplitud. El féretro empezó a diseñarse nada más abrirse el velatorio liguero y la corona dedicada trajo ayer un epitafio cuatribarrado. No seré yo quien dé lecciones tácticas a quien fue futbolista y vivió de cerca los avatares del balón. Ni se me ocurriría plantear a quien preside un cambio de rumbo en la entidad. No, no llego a tanto ni pretendo ser  lo que no soy. Pero de lo que no cabe duda es  que aquel Madrid que nos vio crecer y nos hizo soñar nada tiene que ver con el actual en ninguno de sus aspectos. Probablemente los presupuestos se sigan diseñan para ilusionar y poco más. Probablemente, y eso es lo más penoso, un nuevo iluso vuelva a dejarse tentar por los mismos motivos y llegue para convertirse en un nuevo Lopetegui sin querer ver dónde se mete. La ambición casi siempre esconde una carta marcada en la manga y suele aparecer en el tapete verde cuando las del rival son infinitamente mejores. Al final pierdes la partida y cambias las fichas quizás arrepentido y sin solución.  

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