Las hijas del Capitán
Nada más comenzar la lectura de
esta novela te das cuenta de qué te vas a encontrar. Algo te suena a conocido, algo te sabe a leído, algo, en
resumen, te anticipa un guión no demasiado novedoso. Bueno, es lo que tiene ser
lector contumaz: pocas veces un argumento te zarandea completamente. Así ha de
asumirse y así transcurre la obra de María Dueñas. Una familia malagueña
encabezada por un buscavidas se adentra e instala en Nueva York en los años de
despegue y recepción migratoria. Una familia en la que la madre acarrea sobre
sí los principios de una cuna que al poco tiempo de llegar comprueba condenados
a la desaparición. Un trío de hijas tan solidarias entre sí como dispares en
sus proyectos de futuro. A todos ellos se le van sumando personajes de firmes y
dudosas procedencias sobre los que a modo de rascacielos se va erigiendo la trama. Toques sutiles de tendencias políticas
intentan dar paso a las dos Españas que a un lado y otro del Atlántico empiezan
a cargar armas. Tiempos de paso que se
aceleran desnudando las escasas seguridades que el hambre y la angustia de una
incierta supervivencia saca a la palestra en estas más de seiscientas páginas.
Los capítulos se suceden a ritmo de una evolución a mejor cargada de obstáculos
que, unas veces la suerte, otras veces la osadía, otras veces la casualidad,
van hilvanando para festonearla correctamente. Los retratos tras los que se nos
muestran protagonistas y antagonistas bien podrían dibujarse sobre un folio nada
más aparecer y el acierto sería pleno. Es como si estuviéramos presenciando una
nueva versión cinematográfica en nuestra propia pantalla imaginativa. Podría
ser un melodrama, pero no me atrevo a asegurarlo a ciencia cierta. Quizá casi
todo está escrito ya y la variedad del cómo empieza también a agotarse. La decisión
entonces la debe tomar el lector y asumir por sí mismo sus aciertos y sus
errores. Leer es un ejercicio que como tal merece y precisa de un
entrenamiento. Posiblemente, con el transcurso del tiempo, cada cual extraerá
las conclusiones placenteras o no que la obra en ristre le aporte. El dilema vendrá
cuando haya que decidir por qué obra u obras serías capaz de hacer un hueco en
la personal maleta que te lleves a una isla desierta. Igual en dicha isla las
distracciones son más naturales y la buena lectura se convierta en un lujo que
merecerá degustar una y otra vez. Que cada quien decida por sí mismo y luego
juzgue su decisión si quiere, o no.
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