miércoles, 24 de octubre de 2018


1. José Roberto Valero


Es verlo aparecer y saber que con él llega el optimismo. Como si el mismo molde de la chulería se desprendiese de su piel, se asoma, descabalga, se aproxima y toma asiento. Abraza con la confianza y verdad que emana de la verdad misma para dejar constancia de que las medias tintas no tienen cabida en el cobijo de su sombra. Ronquea desde las nicotinas a las que ayuda con los estribillos roqueros que tanto le son afines y se deja llevar. Es el primogénito que el reino del deber eligió y cumple sobradamente con esa carga. Nada se le antepone a los cilindros de su motor internos cuando la combustión de su sangre pide exceso de revoluciones y marchas potentes. Vive el momento como si el momento le debiese disculpas y siempre otea el cielo a la espera del próximo otoño lluvioso que le transporte a las bases de los pinares. Allí, echándole de menos, las esporas se hicieron sombrillas y gustosas emprenderán con él el camino de vuelta. De la cesta entretejida se irán desprendiendo las semillas futuras como si la senda del mañana precisará de mojones que dieran testimonio de su existencia. Se asomará para seguir contando las almenas del castillo que le recuerda de dónde viene y dónde perdura. Más abajo, a modo de frontera, la nave franqueará a la senda semiolvidada por las huellas que ignoran el valor de los pasos. Verá crecer día a día los verdores que reclamarán alientos y sin queja alguna dará por bueno cualquier avatar que la vida le lance. Nada supondrá un obstáculo para quien tan acostumbrado está a superarlos. Y será clemente con ellos para no amargar más aún el sabor de la derrota que les será llegada. Hará un hueco en los anaqueles de sus sueños a todos aquellos que tuvieron la osadía de dejar escritas las vidas, las emociones, las huellas de un ayer común. Estad atentos al rugido del su montura. Se acerca la hora de la charla y el mediodía se aventura a ser el tabernáculo de la amistad. Una vez transcurridas las horas, a eso del cambio de fecha, el sosiego tomará la palabra y junto a Roberto no se sentirá extraña. Dará por buenas las acciones reprobables de otros por saber que cada cual es dueño de sus actos y en nada recriminará al errado que no quiera reconocerlo. Llegada la hora, alzará la vista, y como siempre, bajará marcando el paso a la vida que tanto exprime y tanto disfruta.  

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