Cincuenta velas rosas
Sabiendo de lo que anida dos nidos más arriba, no me era
difícil imaginar lo que se fraguaba entre los silencios mal disimulados. Como
cada celebración acabada en cero, esta, Rosa, no iba a ser una excepción y vaya
si no lo fue. Ya las jornadas previas se fueron tiñendo de señales y poco a
poco la red se tejió en tu honor por más
que la vista girases intentando no descubrir lo que preveías. Los lienzos
tendidos al sol se iban sumando a modo de estandartes para la ocasión y todos
barruntamos un desenlace especial. Tan especial como quien es capaz de lucir la
mejor de las sonrisas a cualquiera de las adversidades que se empeñen en
salirle al paso. Porque si hubiese que diseñar un sello para tu carta ese sería
el adecuado. Una sonrisa franca, directa sin medias tintas que oculten un
sentir que te hace honor. Vivaracha rubia que caminas con el paso firme
apartando a los sinsabores y sembrando alegrías. Amiga de tus amigos por más
méritos que acumulen para pensárselo dos veces en esa locura ocasional que les
envuelve. Hospitalaria que abre puertas incluso a quienes han olvidado el
llavero en el baúl de los deméritos que de tu parte no tienen cabida. Devota
bailarina del otrora amante bandido que sempiterno alegra tus pasos a la menor
ocasión. Abnegada protectora de los tuyos hasta los niveles del más mínimo
detalle por cobijar. Eres de esas personas a las que conoces nada más
conocerlas y eso te hace grande. Poco importará si el tiempo que te pertenece
te lo intenta arrebatar el ludo ajeno porque en ello encontrarás la recompensa
para la felicidad del otro. Generosa hasta el extremo de no ser capaz de la
negación cuando de ayudar se trata. Callas los grises para que duerman en el
atestado ropero del que tantas veces somos incapaces de deshacernos quienes nos
aferramos a ello. De ahí que las velas prendiesen por ti en la noche como
luminarias alegres de cometas caídos. Los pétalos, municiones de flores,
brotaron como sólo brota la alegría de la que tú, Rosa, amiga Rosa, haces gala
siempre. Alzo la copa de nuevo con el
rojo que burbujea mientras el perfil de globos que te sirve de copia, sonríe
desde el asiento trasero. Poco importará que el agente de turno intente
explicarse el porqué de tu equipaje. Sonríele que ya adivinará al instante los
motivos de tu felicidad que es la nuestra porque tú, sin duda, la mereces.
Jesus(defrijan)
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