lunes, 16 de noviembre de 2015


    Cincuenta velas rosas

Sabiendo de lo que anida dos nidos más arriba, no me era difícil imaginar lo que se fraguaba entre los silencios mal disimulados. Como cada celebración acabada en cero, esta, Rosa, no iba a ser una excepción y vaya si no lo fue. Ya las jornadas previas se fueron tiñendo de señales y poco a poco la red  se tejió en tu honor por más que la vista girases intentando no descubrir lo que preveías. Los lienzos tendidos al sol se iban sumando a modo de estandartes para la ocasión y todos barruntamos un desenlace especial. Tan especial como quien es capaz de lucir la mejor de las sonrisas a cualquiera de las adversidades que se empeñen en salirle al paso. Porque si hubiese que diseñar un sello para tu carta ese sería el adecuado. Una sonrisa franca, directa sin medias tintas que oculten un sentir que te hace honor. Vivaracha rubia que caminas con el paso firme apartando a los sinsabores y sembrando alegrías. Amiga de tus amigos por más méritos que acumulen para pensárselo dos veces en esa locura ocasional que les envuelve. Hospitalaria que abre puertas incluso a quienes han olvidado el llavero en el baúl de los deméritos que de tu parte no tienen cabida. Devota bailarina del otrora amante bandido que sempiterno alegra tus pasos a la menor ocasión. Abnegada protectora de los tuyos hasta los niveles del más mínimo detalle por cobijar. Eres de esas personas a las que conoces nada más conocerlas y eso te hace grande. Poco importará si el tiempo que te pertenece te lo intenta arrebatar el ludo ajeno porque en ello encontrarás la recompensa para la felicidad del otro. Generosa hasta el extremo de no ser capaz de la negación cuando de ayudar se trata. Callas los grises para que duerman en el atestado ropero del que tantas veces somos incapaces de deshacernos quienes nos aferramos a ello. De ahí que las velas prendiesen por ti en la noche como luminarias alegres de cometas caídos. Los pétalos, municiones de flores, brotaron como sólo brota la alegría de la que tú, Rosa, amiga Rosa, haces gala siempre.  Alzo la copa de nuevo con el rojo que burbujea mientras el perfil de globos que te sirve de copia, sonríe desde el asiento trasero. Poco importará que el agente de turno intente explicarse el porqué de tu equipaje. Sonríele que ya adivinará al instante los motivos de tu felicidad que es la nuestra porque tú, sin duda, la mereces.


Jesus(defrijan)

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