Estambul (capítulo1º: Santa Sofía)
A escasos metros del Gran Bazar decidieron los equipajes
reposar por unos días y nosotros nos dispusimos a integrarnos en ese ambiente
cosmopolita. La vida de la ciudad transcurría desde la vorágine del tráfico
intenso por las avenidas que la cruzaban de parte a parte como arterias de
sangres mezcladas entre dos continentes. Primera parada guiada hacia Santa Sofía en la que la mezcla
de arquitecturas hablaba por sí sola de distintas etapas de sucesivos dominios.
Y allí, el orificio sobre la columna a modo de reloj sobre el que girar
nuestros dedos como agujas del mismo para dar inmortalidad a lo que ya era
inmortal por sí misma. Y entre frescos bizantinos llegó el ángel custodio en
modo de leyenda para reclamar nuestra atención. Habla de cómo por encargo de la
divinidad bajó al lugar en cuestión para supervisar las obras de la primigenia
basílica y posterior mezquita. Al
aproximarse bajo forma humana observó cómo un sólo obrero estaba a pie de obra
y de cómo preguntó por el resto de jornaleros. La repuesta que obtuvo fue que
se habían ausentado a reponer fuerzas y volverían a la mayor brevedad. Debido a
los innumerables robos de materiales, a él le había tocado en turno quedarse a
vigilarlos. De modo que el ángel le propuso cuidar por él mientras se marchaba a
toda prisa a reclamarlos para no retrasar más el tiempo de conclusión de tan
magna obra que dios reclamaba con urgencia. “Permaneceré ocupando tu puesto
hasta que tú regreses y cuidaré por ti” fueron sus palabras. Así que cuando llegó a donde estaban sus colegas
de oficio y les relató lo sucedido, estos decidieron que el único que no
regresaría a pie de obra sería este emisario para conseguir con ello la
perpetua vigilancia celeste que todavía perdura como promesa del alado
emisario. He de confesar que bajo sus
cúpulas asimétricas todavía se percibe el silencioso vuelo de quien desde
entonces ejerce de vigía. Únicamente, desde la salida sur, a través del espejo
que remite al friso oculto a primera
vista, el pantocrátor que nos despide lo hace con un guiño cómplice a modo de
rúbrica de dicha leyenda. Justo a su izquierda, una cisterna permanece como
recuerdo de pila bautismal de un tiempo concluido que perdura en la historia.
Ni siquiera los múltiples movimientos sísmicos que se han ido sucediendo a lo
largo del tiempo han sido capaces de destruir lo que el tesón en las creencias
se empeñó en erigir para mayor gloria de su propia fe.
Jesús(defrijan)
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