Fin
Así concluían aquellas películas en blanco y negro que
acompañaron a nuestro crecimiento y que solían venir precedidas de unos
créditos que leíamos a toda prisa mientras la sintonía de fondo nos invitaba a
abandonar la sala. Era justo en ese momento en el que empezábamos a degustar el
guion ya visto y a soñar con el de la semana siguiente desde la inquietud
nacida al pensar en superarlo. Supongo que en más de uno vagaría el crítico que aplaudiese o criticase
el pasado según su mejor sentir o entender. Lo que estaba claro era que aquella
película no volvería tener pase por la
pantalla para no resultar reincidente, aburrida, molesta. De hecho, con el
tiempo, aquellos que somos cinéfilos, hemos llevado a nuestra vera esa especie
de varita mágica que nos indica si nos estamos equivocando o no en la elección y el resultado es dual. O bien
permanecemos absortos ante el nuevo pase o a los diez minutos empezamos a
movernos porque sabemos que no es de
nuestro gusto lo que vemos. De ahí que
sea conveniente leer o escuchar las críticas previas para cotejar los excesos o
mínimos sobre los que caminar. En cualquier caso, siempre aparecerá una pizca
de compasión hacia aquel equipo de producción que apostó por un producto cuyo
resultado final no es el deseado. Y así seguimos intentando encontrar entre los
rollos de las películas los argumentos vitales para nuestra propia existencia.
Ya no existe en NO-DO con el que darle paso al argumento, ni existen los
descansos preceptivos para visitar el ambigú a mitad de proyección. Todo se
lleva de tirón y la mayoría de las veces con una previsible conclusión. De nada
servirá escuchar al terminar las opiniones ajenas si la tuya se ha forjado a prueba de inclemencias e influencias y tu
propio criterio sirve. No es cuestión de soberbia por no querer atender razones
que están demás; es cuestión de firmeza en unas creencias que se fueron
afianzando con el paso de los múltiples ejemplos de comedias, dramas y
tragedias con los que llenaste tu saco de buhonero cerrándolo con doble nudo. Y lo mejor de todo será que
escucharás sin oír las palmadas de risas que desde la recepción en las que las taquillas moran se sigan
prodigando. Has visto tantas veces argumentos parecidos que acabas distinguiendo en los pasquines lo obsoleto de
lo futurible. Así que si alguna vez, desde la butaca de la vida comprobamos que
el rótulo de THE END salta ante nuestros ojos, lo mejor será dejar que las dos
cortinas del telón cumplan con su
función mientras las luces nos indican el pasillo de salida. Al menos a mí, me
da resultado.
Jesús(defrijan)
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