jueves, 12 de noviembre de 2015


      Las brujas de la suerte

Ahora que se aproximan las fechas tradicionales en las que compartir esperanzas de premios  incluso desde los meses de la canícula, es curioso ver cómo han proliferado por cualquier administración. Esas hadas madrinas de arrugas epidérmicas  y narices curvas, han pasado de ser condenadas a la hoguera a ser portadoras de buenos augurios desde sus verrugas nasales y dentaduras menguantes. Supongo que tras tantos siglos de estar  condenadas  a volar por los cielos nocturnos a lomos de sus escobas han sido perdonadas y por eso se ubican en los hangares de la fortuna. Las hay de todo tipo y condición y cada una de ellas se les suele adosar un número premonitorio al que sólo le falta el aleluya que corrobore tal dicha al afortunado adquiriente. Han pasado de ser meras bailarinas que agitaban sus andrajos al son de las palmas  en los porches de Combarro a convertirse en garantes de la mayor lotería posible llamada ilusión. Quien más quien menos ha soñado alguna vez con una suma indecente que le pasaportase a la vida lúdica. Y quien menos quien más automáticamente ha empezado a cuestionarse miedos a  la hora de no saber qué hacer con  tan generosa caja de Pandora cuya llave tiene en su poder.  La cuestión está en que sin darnos cuenta, al primigenio festejo del premio conseguido, normalmente le sigue el temor a no saber qué hacer con él. Es como si fuésemos incapaces de aceptarlo por haber sido educados en el catón del conformismo y por tanto asumir que no nos lo merecemos. No estoy hablando de un límite asumible en el premio conseguido; estoy refiriéndome al exceso del  cual no sabríamos disponer. O sí, quizás sí sabríamos. De cualquier forma, a nada que lo pensemos, a nada que nos fijemos, aparecerán en el horizonte otro tipo de brujas en cuyo interior anidan los peores augurios. Es más, saben sobradamente que les va a tocar seguro jueguen el número que jueguen los incautos que se sueñan millonarios. No hará falta que muestren su escoba porque hace años que usan la aspiradora de la codicia y van a seguir así. Así que lo mejor será invocar a la suerte desde la racionalidad de saber que jugamos a medias  pero pagamos nosotros, y por tanto, cuanto menos nos toque, mejor. No saldremos de pobres pero el gustazo que nos dará ver el ceño fruncido de quien no nos puede esquilmar ya será suficiente pedrea. Nada, no se hable más, me ofrezco a entregar  entre el tres por ciento y el veinte por ciento a quien sea capaz de gastarse con poderío el premio que me toque. Eso sí será un embrujo que merecerá la pena y como tal habrá que celebrarlo por más envidias que despierte. Lo de mantener o hacer desaparecer  arugas, verrugas o cualquier otro vestigio de indignidad les va a resultar imposible por más que se esfuercen en mostrarse  respetables, honorables o fiables.

 

Jesús(defrijan)

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