viernes, 20 de noviembre de 2015


      Por aquí, todo recto

A  la sazón de la noticia que habla de cómo un camionero letón, queriendo llegar a su país y saliendo de Murcia ha aparecido en mitad de un bosque riojano, ha regresado a mi memoria la imagen de aquel infeliz que por propia ilusión se convirtió en guardia de tráfico. Dicen que era conocido y querido entre todos sus paisanos y dadas sus cortas luces no pudo ver cumplido sus sueños de vestir  de uniforme bajo ninguna disciplina castrense. Tal era su dolor y tal la compasión que despertaba, que entre sus vecinos optaron por remediar semejante desasosiego y sabiendo de su buen corazón le facilitaron uno de bombero ya a punto de ser retirado por su uso excesivo. Nadie vistió jamás con más orgullo y satisfacción  tal prenda y en un acto probo de su valía se aposentaba en el cruce existente entre La Alberca y Algezares.  Allí movía a su antojo los brazos dando paso o cortándolo bajo la aquiescencia de cuantos lo conocían y aplaudían su labor recompensando así con benevolencia a tan singular personaje. Hasta aquel infausto día en el que la prueba de fuego se le presentó de improviso en forma de camión Barreiros de incontables ejes. Eran tiempos en los que las autovías escaseaban y los guía por vía satélite ni se soñaban. De modo que aquel pobre señor, bastantes esfuerzos realizaba ya desde su asiento de escai como para percatarse de si  el uniforme era el reglamentario a un guardia de tráfico local o no. La buena cuestión es que paró el camión, bajó la ventanilla, recibió el saludo reglamentario de aquel prócer de la ley y le preguntó por la ruta hacia Cartagena. Obviamente, el mapa que se le diseñó al “agente” en su cerebro nada tenía que ver con el diseñado por el Ministerio de Obras Públicas y para no pecar de falta de profesionalidad lo encaminó con un “todo recto” hacia la subida al santuario de la virgen de la Fuensanta. Curva  la derecha, curva a la izquierda, un estrechamiento, otro más y de pronto, la explanada del santuario dominando toda la vega murciana y ni rastro de señales cartageneras. La posibilidad de retroceder resultaba una quimera absoluta y allí estaba es buen señor implorando a la virgen  una senda que le sacase de aquel atolladero. Los minutos pasaron y la noticia corrió como la pólvora por la  falda de la montaña. Comentan los testigos que el furibundo  descendió a pie en busca del susodicho que tuvo la precaución de refugiarse entre los limoneros a la espera de que el temporal  escampara. De cómo logró descender el vehículo, no lo entiende ni la patrona de Murcia. Lo que si será  deseable es que en caso de que el infortunado conductor ayer perdido decida  viajar hacia Cartagena, por lo que más quiera, que no haga caso a un señor vestido de bombero que en el cruce de rigor sigue dirigiendo el tráfico.

 Jesús(defrijan)

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