martes, 24 de noviembre de 2015


Estambul (2º capítulo: Los Bazares)

Nadie podría sospechar que ambas edificaciones albergasen tal cantidad de  enseres a mayor placer del comprador o visitante ocasional. En uno de ellos las innumerables prendas nacidas al amparo de los talleres expertos en falsificaciones  te iban reclamando la atención desde las gargantas de los pregoneros que consideraban oportuno nominarte como el actor famoso, en la lejanía, conocido.  Insistentes hasta la extenuación zumbando alrededor como moscas frente al panal del intercambio monetario entre las liras y los euros. Y en medio de todo ello, los infinitos pasillos atestados de tapices, cueros, alfombras y demás artículos que se colocaban en fila a la hora de recordar a quién regalar. Un murmullo incesante que atravesaba de parte a parte los repujados coloridos y las camisetas con los nombres de los gladiadores de moda en el mundo del deporte iban pasando de pupila en pupila ate la desgana de aquellos que tantas huellas de viajeros han ido viendo como para distinguir el olor del dinero dispuesto a saltar de bolsillo. Esa especie de telaraña en la que te sumerges acaba por atraparte en la ganga que por principio no ansiabas y una vez probados los patrones sobre tu propia piel adquieres lo que la insistencia buscó. Poco importa que al caer la tarde, con la premura de tiempo que conlleva el cierre, hagas cálculo y descubras el porqué son famosos los matemáticos ceínos  que han resuelto la ecuación a su favor.  De consuelo servirá embarcarse en los aromas, sabores y olores del bazar gemelo en el que las especies bajan de las perchas y se asientan sobre los cuévanos del paladar. Un incesante viento de especias inundarán los recovecos y sobre todos ellos el políglota vendedor seguirá insistiendo en verte como gemelo cinematográfico al que adular en espera de su decisión casi inclinada de antemano. Las horas de oración salpicarán las nubes a modo de campanas directrices de la fe que anuncia obligatoriedades que solamente la fe comprende. Allá, como vigía eterna, la Torre Gálata revisará los últimos vuelos de los cormoranes que sustento buscan entre las cañas de los pescadores que recogen aparejos. Se ha ido cubriendo la noche y quizás mañana el Bósforo nos esté esperando como anfitrión de honor a los soñadores románticos que piratas se sienten entre sus aguas.  Las luces han prendido para diseñar una línea celeste que reverberará  hacia una nueva jornada en la que seguir reafirmando el acierto de haber venido a visitar Constantinopla, o Bizancio o Estambul, donde  toda es una.

Jesús(defrijan)

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