Estambul (2º capítulo: Los Bazares)
Nadie podría sospechar que ambas edificaciones albergasen
tal cantidad de enseres a mayor placer
del comprador o visitante ocasional. En uno de ellos las innumerables prendas
nacidas al amparo de los talleres expertos en falsificaciones te iban reclamando la atención desde las
gargantas de los pregoneros que consideraban oportuno nominarte como el actor
famoso, en la lejanía, conocido.
Insistentes hasta la extenuación zumbando alrededor como moscas frente
al panal del intercambio monetario entre las liras y los euros. Y en medio de
todo ello, los infinitos pasillos atestados de tapices, cueros, alfombras y
demás artículos que se colocaban en fila a la hora de recordar a quién regalar.
Un murmullo incesante que atravesaba de parte a parte los repujados coloridos y
las camisetas con los nombres de los gladiadores de moda en el mundo del
deporte iban pasando de pupila en pupila ate la desgana de aquellos que tantas
huellas de viajeros han ido viendo como para distinguir el olor del dinero
dispuesto a saltar de bolsillo. Esa especie de telaraña en la que te sumerges
acaba por atraparte en la ganga que por principio no ansiabas y una vez probados
los patrones sobre tu propia piel adquieres lo que la insistencia buscó. Poco
importa que al caer la tarde, con la premura de tiempo que conlleva el cierre,
hagas cálculo y descubras el porqué son famosos los matemáticos ceínos que han resuelto la ecuación a su favor. De consuelo servirá embarcarse en los aromas,
sabores y olores del bazar gemelo en el que las especies bajan de las perchas y
se asientan sobre los cuévanos del paladar. Un incesante viento de especias
inundarán los recovecos y sobre todos ellos el políglota vendedor seguirá
insistiendo en verte como gemelo cinematográfico al que adular en espera de su
decisión casi inclinada de antemano. Las horas de oración salpicarán las nubes
a modo de campanas directrices de la fe que anuncia obligatoriedades que
solamente la fe comprende. Allá, como vigía eterna, la Torre Gálata revisará
los últimos vuelos de los cormoranes que sustento buscan entre las cañas de los pescadores
que recogen aparejos. Se ha ido cubriendo la noche y quizás mañana el Bósforo
nos esté esperando como anfitrión de honor a los soñadores románticos que
piratas se sienten entre sus aguas. Las
luces han prendido para diseñar una línea celeste que reverberará hacia una nueva jornada en la que seguir
reafirmando el acierto de haber venido a visitar Constantinopla, o Bizancio o
Estambul, donde toda es una.
Jesús(defrijan)
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