Con la mochila preparada
Como si en cualquiera de nosotros anidase una necesidad de
huida, así emprendemos un viaje. Más o menos planificado, más o menos
organizado, en el momento preciso de pensar en realizarlo acuden las mil y una expectativas sobre lo que nos
va a deparar. Realizamos las pertinentes averiguaciones y con cierta
desconfianza hacia los folletos que nos presentan al destino idílico
desempolvamos la maleta de las ilusiones y comenzamos la lista. Y en esa lista
evitamos el olvido de toda aquella capacidad de sorpresa que nos hará reconocer
que aún somos capaces de ilusionarnos con los detalles que nos irán saliendo al
paso. Nada puede ser tan frustrante como regresar del mismo viaje con la
sensación de no haber descubierto nada que no viniese en el fardo del buhonero
que os adoptó antes de emprenderlo. Si la emoción no aparece como cuño del
sello visado al regreso, nos hemos equivocado, hemos visto en nosotros al
viajero que no somos y no mereció la pena embarcarnos en semejante travesía.
Bastante penoso resulta ya el viaje interior que cada quien realiza a diario
sabiendo que su agenda está escrita por la obligatoriedad como para negarnos la
posibilidad de que la misma senda nos la
vaya caligrafiando. De ahí que he decidido poner encima del buró toda la
documentación necesaria para reconocerme afortunado viajero retornado de
aquellos destinos que quedaron impresos
en mi memoria y grabados en el alma. Puede, estoy seguro, que muchos de vosotros habéis sido partícipes
de los mismos porque todos en el fondo somos errantes a la hora de sortear
horizontes. Para vosotros quizás esté de más la reincidencia en lo ya conocido,
visitado, recordado, plasmado. Pero si en alguno vuelve a aparecer aquella
instantánea casi ignorada entre las callejuelas pateadas y en ellas renace el
deseo de regresar a dicho viaje, habrá merecido la pena este intento
confeccionar una guía desde el punto de vista que marque la veleta de los
sueños. Quienes busquen orientaciones más prácticas que emotivas, que prescindan
de esta lectura; en cualquier agencia les informarán de modo más preciso y racional. Aquellos de vosotros que gustéis de
viajar acompañados desde otro punto de vista, haced un hueco, y dejadme que no
sea un solitario. Puede que al regreso reconozcamos que mereció la pena. No en
balde sabemos que ningún viaje es más hermoso que el que va y regresa al centro
mismo de nuestras ilusiones. ¿Preparados? Allá vamos.
Jesús(defrijan)
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