Los pródigos
Somos quienes buscamos la mínima excusa para regresar y
seguir dejando constancia de dónde procedemos. Somos quienes emprendimos un
camino hacia el progreso que llevaba una maleta cargada de interrogantes a la
espera de respuestas adecuadas. Somos quienes no quemamos las naves porque
sabíamos que el camino tenía dos sentidos y el de vuelta quedaba abierto. Esos
que de cuando en cuando echamos manos de las vivencias que tantas horas
compartimos para que ellas hablen por notros de lo que nosotros mismos
ignoramos saber. De cómo en aquel rincón sigue durmiendo la esperanza, de cómo
en aquella sombra siguen creciendo los musgos, de cómo en aquel horizonte
abierto el vuelo de la nostalgia toma tierra. Y es entonces cuando de la mano
de los siguientes legados de la sangre, la recompensa llega. Es en ese momento
en el que los nacidos de ti hacen suya la cuna que tantas veces han oído nombrar
y que tuvo la suerte de verlos aparecer para dejar constancia de su existir.
Hacen suyo, se adueñan, se apropian de aquellos detalles que les acunaron desde
su principio y no los dejan escapar. Se convierten en herederos de un futuro
que rápidamente se hace presente para seguir enraizados. He visto cómo aquellos
que llevaban años sin aparecer se han entusiasmado nada más visionar el perfil que
tantas veces siguen soñando en la distancia. Se atropellan las palabras para
componer un resumen de tantos años alejados y tantas tristezas acumuladas, que
pareciera como si la vergüenza les viniese ante la imposibilidad de ser reconocidos. Se equivocan, sin duda, se
equivocan. El legado de la tierra está repujado a fuego en lo más profundo de
sus hijos y a los hijos no se les olvida
jamás. Han ido sumando etapas hacia aquello que buscaban a costa de pagar un
precio que sólo su interior conoce y con ello consiguen la paz que el abandono
les negó. Las fechas señaladas les vienen a recordar y ellos mismos las rotulan
en rojo sobre el almanaque. Se aferran a la utopía de saber que el siguiente paso será cada vez más corto y sin
embargo más sereno. Sólo nos queda pedir al destino capacidad para seguir
amando aquello que siempre nos quiso. Quizás entonces seamos capaces de hablar
en primera persona lo que hablamos en tercera en un intento torpe de disimular
el dolor que nos envuelve cada vez que pensamos en ello. Conseguimos una
recompensa pero a qué precio.
Jesus(defrijan)
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