domingo, 8 de noviembre de 2015


     Los pródigos

Somos quienes buscamos la mínima excusa para regresar y seguir dejando constancia de dónde procedemos. Somos quienes emprendimos un camino hacia el progreso que llevaba una maleta cargada de interrogantes a la espera de respuestas adecuadas. Somos quienes no quemamos las naves porque sabíamos que el camino tenía dos sentidos y el de vuelta quedaba abierto. Esos que de cuando en cuando echamos manos de las vivencias que tantas horas compartimos para que ellas hablen por notros de lo que nosotros mismos ignoramos saber. De cómo en aquel rincón sigue durmiendo la esperanza, de cómo en aquella sombra siguen creciendo los musgos, de cómo en aquel horizonte abierto el vuelo de la nostalgia toma tierra. Y es entonces cuando de la mano de los siguientes legados de la sangre, la recompensa llega. Es en ese momento en el que los nacidos de ti hacen suya la cuna que tantas veces han oído nombrar y que tuvo la suerte de verlos aparecer para dejar constancia de su existir. Hacen suyo, se adueñan, se apropian de aquellos detalles que les acunaron desde su principio y no los dejan escapar. Se convierten en herederos de un futuro que rápidamente se hace presente para seguir enraizados. He visto cómo aquellos que llevaban años sin aparecer se han entusiasmado nada más visionar el perfil que tantas veces siguen soñando en la distancia. Se atropellan las palabras para componer un resumen de tantos años alejados y tantas tristezas acumuladas, que pareciera como si la vergüenza les viniese ante la imposibilidad  de ser reconocidos. Se equivocan, sin duda, se equivocan. El legado de la tierra está repujado a fuego en lo más profundo de sus hijos  y a los hijos no se les olvida jamás. Han ido sumando etapas hacia aquello que buscaban a costa de pagar un precio que sólo su interior conoce y con ello consiguen la paz que el abandono les negó. Las fechas señaladas les vienen a recordar y ellos mismos las rotulan en rojo sobre el almanaque. Se aferran a la utopía de saber que el  siguiente paso será cada vez más corto y sin embargo más sereno. Sólo nos queda pedir al destino capacidad para seguir amando aquello que siempre nos quiso. Quizás entonces seamos capaces de hablar en primera persona lo que hablamos en tercera en un intento torpe de disimular el dolor que nos envuelve cada vez que pensamos en ello. Conseguimos una recompensa pero a qué precio.  

 
Jesus(defrijan)

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