Finales felices
Debería existir la posibilidad de visualizar por unos minutos
el final de tu propia existencia. Sería una última voluntad aquella que te
nacería de un puesto de director de escena al que todos los asistentes como
actores obedecerían sin posibilidad de réplica alguna. La claqueta marcaría el
momento justo del comienzo del rodaje y todo cumpliría con tus expectativas a fin de satisfacerte plenamente. No sería necesario cubrir un largometraje
pero sería imprescindible cumplir punto por punto el guion de la comedia,
tragedia o drama que hubieras decidido. Más o menos, adjudicarías a cada
participante un papel adecuado y siempre quedaría abierta la posibilidad de
ampliar la escena con detalles de última hora, nunca mejor dicho. De paso, en lo que a mí concierne, eliminaría
los llantos, prohibiría los suspiros,
censuraría las lágrimas. Qué horror traspasar la frontera hacia lo
desconocido en brazos de la tristeza. Nada
de lutos, nada de cirios, nada de urnas acristaladas en las que el protagonista
que me muere permanezca tumbado boca arriba encajonado en un féretro. No soy de los que suelen dormir bien si no
es de lado y las apneas posturales póstumas no serían bienvenidas. Por si acaso alguien decidiese venir en
persona a corroborar mi finiquito, que
al menos se gane el brindis adecuado y sea sincero a la hora de despedirse de mí. Me da
lo mismo si verbal o por escrito, pero que se desahogue si es lo que
precisa. De velatorio, lo justo, y si es
posible, lo mínimo, y si es posible, nada. Lo más rápido y urgente será cumplir con mis
deseos de ser el inmediato tronco ígneo del horno crematorio. Siempre he
preferido el calor al frío y no me voy a andar entonces con tiquismiquis. Una
vez enfriadas las cenizas, nada de búcaros; si de algo sirviera, al substrato
del rosal, a los pies del laurel, a las raíces del lilero. Y si no es mucha
molestia, que unas rosas blancas germinen por encima. Si los gatos vienen o no
a husmear, o las avispas a revolotear, o los caracoles a saciarse, ya dará
igual, sinceramente. Pero si algo hay que no me gustaría en absoluto sería
verme enclaustrado en el tercero derecha
del bloque libre de un nuevo edificio llamado cementerio. Suelo llevarme bien con
todo el mundo, pero tanto silencio resultaría claustrofóbico. Bueno, queda
dicho, y espero que mis deseos se cumplan cuanto más tarde mejor. Mientras llega, intentaré por todos los
medios buscarme todos los momentos felices que pueda sean o no finales. De lo que vaya a figurar como epitafio en el
recuerdo, allá cada cual; solo espero que sea divertido y si alguien ya lo
tiene que me lo pase y lo voy valorando.
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