lunes, 3 de diciembre de 2018


1. Bienve


Así, tal cual, sin completar el nombre, sin añadir apellidos. No hace falta. Quienes la conocemos no tenemos más que mencionar sus dos primeras sílabas y automáticamente nos llegará su imagen. Llegará de tal modo que a nada que nos descuidemos habrá desaparecido por delante en pos de un trabajo que la espera de modo imprescindible. Porque ella, si algo desconoce, es la pausa. Está tan acostumbrada a la vorágine de los minutos que cualquier segundo no aprovechado parecería no merecedor de pertenecerle. Sube y desciende con el paso vivaz que los genes le otorgaron y de ello hace gala. Nada se le pondrá por montera a quien tan acostumbrada está a lidiar con venturas y adversidades. Irá y parecerá que ya vuelve. No lo hará para mostrar una imagen falsa de fortaleza. No lo hará para compararse con nadie y resultar victoriosa. Lo hará porque su agenda no escrita se pauta de deberes por concluir que ella misma se impone. Pocas veces se verá sorprendida por el engaño al ser perceptora del mismo. Pocas veces su intuición la abandonará y si llegara el momento de reconocer su error será la primera en purgarlo arrepentida. Un instante después se pondrá manos a la obra para que la autocompasión no se adueñe de lo que no le pertenece. Lidiará con los estados de ánimo cambiantes y se convertirá en la triunfadora frente al decaimiento. No habrá rincón que se le muestre extraño, desconocido, ajeno. Saldrá a darle la bienvenida al día con el radiante reflejo de su mirada por más oscuro que aparezca. El tesón viaja con ella como si de ella misma emergiese esa lava de volcán dispuesta a arrasar las hierbas perniciosas. Piensa en el abanico de posibilidades a la par que abre a las realidades sus esperanzas. Huye de las premoniciones agoreras y es capaz de blandir las aspas de unas tijeras afiladas para segar las inconveniencias. Nació para ser y pertenecer a un entorno que se niega a sí mismo el olvido y en ello sigue. Si pasáis por su puerta, no llaméis; lo más probable será que esté fuera realizando la “enemésima” tarea que se le ha encomendado o ella misma ha buscado. Busca y consigue ser el mástil principal de una nave que el viento aventura a la travesía inesperada. Busca y consigue ser quien no necesita completarse con nada más que la mitad de su nombre para darse a conocer. Acaban de sonar las nueve de la mañana. Una bolsa de pan asciende hacia la Puentecilla, gira hacia la izquierda y prosigue su camino. Un brazo firme la acompaña dando paso y bienvenida a un nuevo día al que como siempre le volverán a parecer escasas sus veinticuatro horas.

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