1. Bienve
Así, tal cual, sin completar el nombre, sin añadir
apellidos. No hace falta. Quienes la conocemos no tenemos más que mencionar sus
dos primeras sílabas y automáticamente nos llegará su imagen. Llegará de tal
modo que a nada que nos descuidemos habrá desaparecido por delante en pos de un
trabajo que la espera de modo imprescindible. Porque ella, si algo desconoce,
es la pausa. Está tan acostumbrada a la vorágine de los minutos que cualquier
segundo no aprovechado parecería no merecedor de pertenecerle. Sube y desciende
con el paso vivaz que los genes le otorgaron y de ello hace gala. Nada se le pondrá
por montera a quien tan acostumbrada está a lidiar con venturas y adversidades.
Irá y parecerá que ya vuelve. No lo hará para mostrar una imagen falsa de
fortaleza. No lo hará para compararse con nadie y resultar victoriosa. Lo hará
porque su agenda no escrita se pauta de deberes por concluir que ella misma se
impone. Pocas veces se verá sorprendida por el engaño al ser perceptora del
mismo. Pocas veces su intuición la abandonará y si llegara el momento de
reconocer su error será la primera en purgarlo arrepentida. Un instante después
se pondrá manos a la obra para que la autocompasión no se adueñe de lo que no
le pertenece. Lidiará con los estados de ánimo cambiantes y se convertirá en la
triunfadora frente al decaimiento. No habrá rincón que se le muestre extraño,
desconocido, ajeno. Saldrá a darle la bienvenida al día con el radiante reflejo
de su mirada por más oscuro que aparezca. El tesón viaja con ella como si de
ella misma emergiese esa lava de volcán dispuesta a arrasar las hierbas
perniciosas. Piensa en el abanico de posibilidades a la par que abre a las
realidades sus esperanzas. Huye de las premoniciones agoreras y es capaz de blandir
las aspas de unas tijeras afiladas para segar las inconveniencias. Nació para
ser y pertenecer a un entorno que se niega a sí mismo el olvido y en ello
sigue. Si pasáis por su puerta, no llaméis; lo más probable será que esté fuera
realizando la “enemésima” tarea que se le ha encomendado o ella misma ha
buscado. Busca y consigue ser el mástil principal de una nave que el viento
aventura a la travesía inesperada. Busca y consigue ser quien no necesita
completarse con nada más que la mitad de su nombre para darse a conocer. Acaban
de sonar las nueve de la mañana. Una bolsa de pan asciende hacia la
Puentecilla, gira hacia la izquierda y prosigue su camino. Un brazo firme la acompaña
dando paso y bienvenida a un nuevo día al que como siempre le volverán a
parecer escasas sus veinticuatro horas.
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