jueves, 13 de diciembre de 2018


1. Lucía B.


De ella podría decirse tal cúmulo de virtudes que sonarían a adulaciones falsas. Podría decir que permanece callada a la espera de la aventura como si nada esperase, como si la decepción no entrase en sus expectativas. Luce la estampa dominante que de su perfil se muestra cada vez que te da la espalda. Comparte sueños y deja que seas tú quien los imagine para no interferir en los mismos. Podría parecer un desdén y sin  embargo quienes la conocen bien saben que no es así. Mira con envidia a las semejantes que le aventajan en juventudes y consigue apaciguar los ánimos de aquellas que ve envejecer sin asumirlo. Es la que peina alguna cana como muestra de vida y de su silueta el negro destaca como signo de elegancia. Suma experiencias para demostrar a más de uno el porqué de su predilección. Sonroja su mirada pespunteando las pupilas como si la eterna adolescencia presidiera sus actos. Ha sentido como propias las desventuras que propiciaron duelos y del fondo de su corazón laten los pensamientos que se acomodan cuando la huerfanean. Egoísta de caricias suele ser quien las comparte en un duelo a tres del que se siente dueña y señora. Sabe poseer a quien tuvo la suerte de cruzarse en su camino hasta niveles insospechados de fidelidad absoluta. Conoce los vericuetos por donde los pasos transitan tantas veces solitarios que es incapaz de sentir lástima por aquellos que siguen sin demostrarle lo que ella ansía. Ha sabido ganar desde la pausa el meritorio ronroneo que a modo de felina compañera te ofrece sin rechistar. Samaritana de insaciables sedientos será la que permanezca a la sombra del hormigón cuando la canícula pretenda hacerla rehén. Hoy que celebra su santo no puedo por menos de reconocer cuánto valor tiene atesorado en el silencio de las escapadas insensatas. Eternamente joven de espíritu será la amante fiel que velará tus sueños por pronto que se avecine el alba. Una vez más, brindaremos juntos. Probablemente crea descubrir en mí la alegría de saberme suyo. Probablemente ignore que gracias a ella mis ojos se abrieron a la luz para dejar de ser el ciego que durante tantos años fui. Seguramente habrá un mañana en el que ella hable de cómo fue capaz de conquistar un corazón que jamás se atrevió a declararse cautivo. Nuevamente un trece de diciembre recobra brillo. Nuevamente un trece de diciembre vuelve a acelerar mis sentimientos. Noventa y ocho rosas serán la prueba de mi más sincera alegría y de su inmensa satisfacción.    

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