viernes, 14 de diciembre de 2018


1. Ester M.V.



A ver cómo sitúo el caballete sobre el que disponer el lienzo sobre el que describirla. A ver cómo, que tiemblo solamente de pensar que una simple ojeada por su parte desencadene el volcán interior que la nace y de él surjan las lavas impredecibles. A ver cómo consigo que esta que se viste de pantera, que asoma las fauces ante la maleza de la estupidez, se sienta relejo de lo que sin darse cuenta muestra. Porque sí, así, como una muestra aparece cada vez que la mañana se aproxima a la apertura. El despacho guardó silencio y atrás, en el cajón del ayer, quedaron los interrogantes que no parecían tener solución. Errados estaban quienes así pensaron. No supieron distinguir a esta que de la fortaleza ha erigido una muralla infranqueable. Ella que vio la cara oculta de la luna sabe que no hay mejor amanecer que aquel que cada esfuerzo ilumina. Ella que fue capaz de regresar sin haberse ido no entiende de componendas ni de medias tintas. Mira de frente para que el duelo de pupilas sepa quién va a salir victorioso. Tendrá compasión del derrotado para evitarle la amargura añadida del porqué de su fracaso. Dejará que cada cual medite para sí y de que sí mismo extraiga las conclusiones. La vida le sobrepasa con acontecimientos lo suficientemente divertidos como para perder el tiempo con reflexiones absurdas. Consentidora hasta la saciedad comprende que el valor añadido del cariño se suma al recuerdo aún tierno pero asentado hacia futuro. Bebe los vientos por su sangre y de ella diseña el afluente del que abastecerse en las jornadas de sequía. No ha llegado a su lenguaje la palabra aburrimiento. Y aunque las decepciones se visten de luciérnagas nocturnas al llegar el ocaso semanal, su perspicacia le permite distinguir lo cierto de la copia. Fiel a sus amistades, adquiere de ellas el apoyo que devuelve y se muestra esquiva con las medias tintas. Ríe atragantándose si el sándwich se ha interpuesto en el camino de la anécdota. Perdona con la exclamación sorprendente a quien intenta marcarle el rumbo o bajarla de sus postulados. Tiene presto el aguijón con el que será capaz de amedrentar al osado que insista en hacerla caminar hacia atrás. Por eso, si alguna vez os cruzáis con ella, permaneced quietos un instante. Ella os dará paso o lo cerrará según perciba. Eso sí, tanto si es una opción o la otra, será para siempre, os lo aseguro. Ahora voy a dejar este retrato sobre su mesa. Si la oigo llegar, rezaré por lo que pueda pasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario