Aretha Franklin en OFF
Desde siempre me cautivó la música soul. Desde
siempre, desde que tengo conciencia de ello, la Tamla Motown, creo que se
adhirió a mi piel y de ella extraje los mejores momentos musicales que
recuerdo. Sería demasiado extenso enumerar la infinidad de circunstancias que
me llegaron a tiznar el alma de color y la respiración de rugidos cilindrados
de Detroit. Así, uno de dichos momentos
fue aquel que me llevó a pisar la entrada del teatro Apollo de Harlem en cuya
acera están impresos los nombres de los genios que por allí han pasado. La
agenda apretada impidió asistir a algún concierto y mira por donde, anoche, el
destino quiso ser benévolo a la espera de una segunda visita a Nueva York y
decidió trasladar a la sala OFF la réplica de la reina del soul, de Aretha
Franklin. Aquella acera, aún sin saberlo, se llenó de placas de los grandes y
aquella sala pasó a convertirse en el ApollOFF valenciano. Seis músicos cosmopolitas
interpretando cada acorde de modo preciso fueron dando paso al maestro de
ceremonias que nos trasladaba a la década prodigiosa de los sesenta en EEUU. En
una sucinta revisión de las luchas raciales en busca de los derechos merecidos
la voz de Aretha regresó. Y regresó de un modo que llegó a hacernos creer que la
mitad que cada cual tenemos a lo ancho y largo del espacio se hacía presente. Magníficas
melodías magníficamente interpretadas impedían la quietud a las manos, o
piernas de quienes estábamos asistiendo al espectáculo sin salir del asombro
ante tanta verdad. Ritmo, pausa, juego de luces, cercanía…todo jugaba a favor
del soul y de quienes lo hemos amado siempre y lo seguimos amando. Por un
momento, por un mínimo instante, llegaron a nosotros la imagen de los
insufribles concursos televisivos en los que se valoran voces para relegarlas
al puesto segundón del protagonismo. Nada que ver con lo anoche visto. Aquí las
voces hablaban por sí solas y los años se compartían con un halo de nostalgia
eterna. Resucitaron formas de hacer que dieron crédito a una forma de ser.
Regresaron gritos de exigencias de respeto, oraciones escalonadas y
reclamaciones de derechos justos en ese escenario que se trasladaba a la Cruz
del Capitolio para volver a soñar. Porque
de eso se trataba, de eso se trata, de revivir, por muchos meridianos de
distancia que nos separen la música que tantos momentos de gloria sigue dando.
Nadie mejor que Aretha rediviva, redidiva, para ser notaria de todo ello. Nada
mejor que una sala OFF, una sala ApollOFF, para dar cobertura a la magia de una
noche inolvidable. Gracias por hacerlo posible.
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