sábado, 29 de diciembre de 2018


Aretha Franklin en OFF


Desde siempre me cautivó la música soul. Desde siempre, desde que tengo conciencia de ello, la Tamla Motown, creo que se adhirió a mi piel y de ella extraje los mejores momentos musicales que recuerdo. Sería demasiado extenso enumerar la infinidad de circunstancias que me llegaron a tiznar el alma de color y la respiración de rugidos cilindrados de Detroit. Así, uno de dichos  momentos fue aquel que me llevó a pisar la entrada del teatro Apollo de Harlem en cuya acera están impresos los nombres de los genios que por allí han pasado. La agenda apretada impidió asistir a algún concierto y mira por donde, anoche, el destino quiso ser benévolo a la espera de una segunda visita a Nueva York y decidió trasladar a la sala OFF la réplica de la reina del soul, de Aretha Franklin. Aquella acera, aún sin saberlo, se llenó de placas de los grandes y aquella sala pasó a convertirse en el ApollOFF valenciano. Seis músicos cosmopolitas interpretando cada acorde de modo preciso fueron dando paso al maestro de ceremonias que nos trasladaba a la década prodigiosa de los sesenta en EEUU. En una sucinta revisión de las luchas raciales en busca de los derechos merecidos la voz de Aretha regresó. Y regresó de un modo que llegó a hacernos creer que la mitad que cada cual tenemos a lo ancho y largo del espacio se hacía presente. Magníficas melodías magníficamente interpretadas impedían la quietud a las manos, o piernas de quienes estábamos asistiendo al espectáculo sin salir del asombro ante tanta verdad. Ritmo, pausa, juego de luces, cercanía…todo jugaba a favor del soul y de quienes lo hemos amado siempre y lo seguimos amando. Por un momento, por un mínimo instante, llegaron a nosotros la imagen de los insufribles concursos televisivos en los que se valoran voces para relegarlas al puesto segundón del protagonismo. Nada que ver con lo anoche visto. Aquí las voces hablaban por sí solas y los años se compartían con un halo de nostalgia eterna. Resucitaron formas de hacer que dieron crédito a una forma de ser. Regresaron gritos de exigencias de respeto, oraciones escalonadas y reclamaciones de derechos justos en ese escenario que se trasladaba a la Cruz del Capitolio  para volver a soñar. Porque de eso se trataba, de eso se trata, de revivir, por muchos meridianos de distancia que nos separen la música que tantos momentos de gloria sigue dando. Nadie mejor que Aretha rediviva, redidiva, para ser notaria de todo ello. Nada mejor que una sala OFF, una sala ApollOFF, para dar cobertura a la magia de una noche inolvidable. Gracias por hacerlo posible.  

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