1. Walter
Pensándolo bien, jamás tuve curiosidad por
averiguar el porqué de su nombre. Jamás fue necesario y todo lo que le acompaña
como aditivo, sobra. Walter, así de simple, así de contundente. Como
contundente ha sido todo su quehacer a lo largo de su vida. Inquieto como corresponde
a sus raíces fue de aquí para allá en busca de la fortuna que la novedad le legara
a la menor ocasión. Nada le retuvo y nada le sigue reteniendo a este que ahora
contempla le vida desde unos centímetros más abajo con la misma intensidad de
siempre. No existe cruce de caminos que se le resista o le resulte extraño. No
aparece en la lejanía ningún paraje al que se le pueda poner el letrero de
inaccesible cuando se enfrenta al tesón que le nace. Aquí o allá diseminará las
colmenas con la esperanza y certeza de haber acertado. Las abejas sabrán de su
sapiencia cuando claudiquen ante él a la hora de cederle los panales. Será
capaz de contemplar los perfiles y lanzarles el poema nacido de lo más hondo
como si esperase de ellos la sonrisa del ocaso que los últimos rayos diseñan. Preconizador
de futuros, se atribuye la posibilidad de acatar los designios que el futuro
dicte y en esa postura estoica erige su propia muralla. El cetrino tono de sus
arrugas hablan de dunas caprichosas que cruzaron el estrecho hace tantas
centurias que pareciera imposible girar la vista a Fez sin sentir nostalgia.
Será capaz de diseñar un oasis en mitad del espejismo para dar cobertura a
quienes se sienten aislados, perdidos, abatidos, desconsolados. No, no parece dispuesto
a sacar la bandera blanca de la rendición por más asaltos que sufra. Nunca lo
admitió y a estas alturas no va a cambiar. Guiará los pasos que sus pasos
siguen en un intento de mostrar la autenticidad a quien está llamado a
sucederle. Puede que los caballos sepan reconocer al jinete bereber que espoleó
de modo suficiente a los alazanes previos y sabrán de la imposibilidad de seguir
siendo garañones caprichosos. Reina, gobierna y domina la alcazaba que se cubre
de las umbrías abriéndose hacia el valle. Otea el vuelo de las aves vigilando
por si un halcón peregrino les da caza traicioneramente. Sabe que la vida se
compone de infinitas curvas de las que puede surgir la sorpresa inesperada y cuenta
con que el karma que le fue asignado sea capaz de mostrar benevolencia hacia
aquellos que le quieren y son correspondidos. Una vez más, la escarcha se rendirá
a su paso. Una vez más, las sendas le esperan. Una vez más, las mieses le siguen
creciendo hacia un nuevo estío para cumplir con el rito que la vida caprichosa le
ha deparado a Walter, a mi amigo Walter, eterno poseedor de la sonrisa
optimista.
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