1. Yolanda E.
Nadie que no la conociera diría que es lo que es, lo que
transmite, lo que aporta. Ella, reflejo exacto del signo que la caracteriza, se
enfrenta como nadie a los retos que la vida le ofrece con la certeza absoluta
de saberse ganadora. Poco importa si el esfuerzo denodado viene de la pesadez
matutina que cada mañana le reclama audiencias; poco importa si la volatilidad
de los cerebelos decide extremar la paciencia hasta grado ilimitado. Poco
importa a quien sabe que lo esencial radica más allá de lo circunstancial.
Ella, parapetada tras el poncho, a modo y manera de chavelista tequilera,
sacará de la agudeza de su tono el consejo que todos asumirán como mandato.
Punto y final. Ideas claras, pasos cortos y tonterías las justas. Lo esencial
radicará sobre los tatamis, sobre las coletas, sobre los sobaquillos casaleros
y lo demás será tomado como accesorio. Cuadrará los círculos para que las
aristas desaparezcan y eviten arañazos. Calzará los borceguíes como si de una
sultana se tratase a sabiendas de cuánto de resistente es la tela de la jaima
en las arenas en los huecos de las dumas. Irá directa a la capa s, p, d o f en
busca del protón perdido que haya equivocado su ruta y no sepa dónde se halla
su auténtica configuración. Mientras, el silbido de la cafetera pedirá pausa y
compañía al aro chocolateado al caer la sobremesa. Sobre la piel del
alcornoque, un nuevo turno venidero saldrá a disipar las dudas y el enésimo
salto de las teclas la harán retroceder para coger impulso. No será fácil
crisparla. Está tan acostumbrada a transitar entre disconformidades que se ha
habituado a sortearlas de puntillas. A nada que os descuidéis os llevará hacia
la disolución de los errores en la batería que ella misma enchufa cargándola de
aniones. Sus polos no cejan de compartir movimientos y ni siquiera la disección
visceral se nos muestra como rechazable. Hurgará en los sesos como si quisiera
descubrir en la mitad de sus hemisferios
las razones penúltimas del paciente de turno. Años ha que dejaron de
serle las coletas apéndices de sus lacios y asume su papel al que se entrega en
cada representación. Ama de llaves que cancela las horas, será capaz de remitir
una sonrisa para no dejar escapar con virulencia la respuesta que retiene en su
laringe. Sea como sea, lo que no logro adjudicarle es el papel de novicia en la
que José Zorrilla habría puesto su firma. Será que Sevilla le resulta demasiado
lejana, que los dramas no van con ella o que los duelos, más que pena, le
provocan risa. No cambiará; pero si lo hiciese, estad prevenidos; siempre será
un cambio a mejor. Es capricornio, y con eso está dicho todo.
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