domingo, 2 de diciembre de 2018


Cuestión de humores

Según los clásicos el cuerpo humano está compuesto de cuatro sustancias básicas y líquidas  llamadas humores que convenientemente equilibrados indican el estado de salud de cada persona.  De modo que del desequilibrio de las mismas derivaría la aparición de alguna enfermedad. Así que la bilis negra, la bilis, la flema y la sangre compondrían el póquer encargado de dar por ganada la partida o no en cada uno de los individuos que hubiesen barajado sus cartas sobre el tapete verde del día a día. Aconsejaban también realizar una dieta como contrapunto y de este modo su personalidad dejaba de sufrir daños. Pues por lo visto seguimos sin hacerles caso. Nos suenan a tiempos pretéritos en los que se diseñaron modos de sociedades que en nada sirven actualmente. Aquí de lo que se trata es de no dejar paso a nada que pudiera remitirnos a la chanza, a la ironía, al desahogo, en resumen. El poderoso se siente vivamente criticado a nada que su suspicacia se asome a la ventana del no aplauso. El fanático considera inmaculadas sus creencias y defendibles con cualquier tipo de respuesta violenta. El payaso que traspasa la línea marcada por el soterramiento del valor se ve sometido al objetivo persecutorio por parte de quien no se permite una risa. Faltaría más. Detrás de cada risa, de cada sátira, se esconde un sospechoso irreverente al que hay que marcar de cerca. No hay mejor abreceldas que aquella ganzúa llamada hilaridad y  por nada del mundo se debe permitir ninguna salida del redil. Por las buenas o por las malas, el humor es perseguido. Curiosamente los mastines perseguidores ignoran cual de los cuatro tienen desajustado y consideran que el artífice provocador de las carcajadas es el culpable. Y en su miedo a no saberse reír de sí mismos plantan un vivero de brotes para que les sigan el ejemplo de los que se dejan arrastrar por semejantes postulados. Mucho cuidado con tocar lo intocable para quienes anclaron su mirada, su fe, su transigencia. Mucho ojo con atreverse a ser irrespetuosos, irreverentes, o simplemente libres.  Y tal como se aventura el futuro, las nubes negras amenazan tormentas. Pocos colectivos quedan que den por buena la broma a su costa. A nada que te descuides salta la chispa y se prenden las briznas de la hoguera sobre la que organizar un aquelarre.  Algún día, puede que algún día, las tornas cambien y se comprenda por fin lo serio que puede resultar tomarse lo serio a broma. Ese día, si es que llega, dará paso a una Arcadia definitiva y el viaje a Ítaca habrá merecido la pena. Mientras tanto, y mira que lo siento, solo nos queda la pena y la posibilidad real de remar a contracorriente.  Aquellos sabios tan ignorados en la actualidad ya vaticinaron el poder curativo de los ajos y será cuestión de seguir sus consejos.

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