martes, 20 de noviembre de 2018


1. Alejandra Milla Sánchez



Reconozco mi debilidad ante determinadas situaciones, ante determinados caracteres, ante determinadas formas de ser. Y también ante determinados apellidos que se perpetúan en el tiempo para seguir acompañándote en tus horas lectivas. Este es el caso, uno más de la saga. Ella, que tuvo como precursora a la experiencia heredada, se mueve como pez en el agua que repudia las tormentas. Pareciera que una corriente de calma la envuelve cuando se trata de afrontar los problemas que a esa edad solemos considerar insalvables. Nada se le resiste porque nació con el convencimiento de poder superar cualquier adversidad y en ello continúa. Hace honor al apellido al lanzar al viento que la tiza torbellina la carcajada que solamente los agudos e inteligentes guardan en su interior. Domina el lenguaje para hacer con él las cenefas que adornan su progreso. Tatúa las líneas a la derecha de las pautas como si quisiera aferrarse al legado que las letras siembran a la espera de dar sus frutos. Cosecha en el día a día y no se vanagloria para no desmerecer al próximo. Sería imperdonable para ella dañar al cercano que se sabe inferior. Por ello disimula su poderío y sencillamente se deja llevar por el discurrir de las jornadas. Ase del brazo a la acompañante que le da sombra cada mañana hasta que la acera pone coto al pudor de la despedida. Un ladrido callado se preguntará de nuevo cuánto va a durar su ausencia y ella le sonreirá para aportarle la calma. Nunca osará protestar porque sabrá meditar desde el silencio las opciones que desde la tarima la juzgaron. Se hace de querer y quiere. A los interrogantes de la vida les limará las aristas para que sean capaces de aportarle argumentos en su imparable crecimiento como persona. Probablemente considere inmerecidas estas líneas y le resulte costoso disimular el cárdeno de sus mejillas cuando las lea. Sus méritos para ello se siguen descolgando a modo de estalactitas en la caliza existencia que le da cobijo. Cuida las formas de un modo que sorprende hasta a las mismas formas cuando la disconformidad se le adhiere como jubón inesperado. El último escalón ha pedido hueco y ella, como no, se lo ha hecho. Seguirá siendo el eje equilibrador de la balanza filial y solo será cuestión de tiempo el que pueda comprobarlo por ella misma. Mientras tanto, su mirada inquieta, su atención al verbo, su pulcritud en la obligación, siguen firmando con rúbrica firme su nombre. El hueco en la orla del recuerdo ya lo tiene reservado, sin duda.       

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