Això ho pague jo
A todos aquellos y
aquellas que vivimos en Valencia, nos sonará a cercana y mil veces escuchada
semejante expresión. Para los foráneos diré que viene a traducirse literalmente
como un lema de generosidad que anticipa
el pago de una cuenta común por parte del más generoso del grupo. Con ello,
además de ganarse el aplauso de la concurrencia, un halo de egolatría se tejía
sobre dicho individuo y con ello tenía su recompensa. Pues bien, visto lo
visto, parece ser que se ha extendido la moda entre las sentencias judiciales
cambiando solamente el pronombre final. Del yo, se ha pasado al tú. De la
vanagloria fanfarrona a la penitencia de seguir haciéndote pagano de rondas
abiertas en las hipotecas previsibles. Aquí todo el mundo metiendo la mano en
un acuerdo contractual y como pagano de todo el abajo firmante. Genial, pero
genial de veras. Vendría a ser algo parecido a la reunión más o menos espontánea
a la que se va sumado gente y cuando aquella amenaza con concluir dicha gente
empieza a desaparecer disimuladamente. El más confiado tiene que hacerse cargo
de la cuenta y cuando se da cuenta se siente timado. A partir de entonces andará
con pies de plomo cuando alguien le vuelva a proponer una nueva reunión. Está
escaldado de las previas y no le hará ninguna gracia pasar otra vez por el trance.
Igual se aferra a la esperanza que otro lance cuando proponga reunión y se deje
llevar. Pensará que en justa medida le serán
reconocidas sus dádivas previas. Se creerá recompensado por sus pérdidas. Iluso
una vez más. A nada que se descuide, la factura volverá a buscarle como
destinatario. Esta vez puede que ni siquiera haya desaparecido de su proximidad aquellos que lo
hicieron en ocasiones precedentes. Lo mirarán con una mirada entre inquisidora
y risueña y entre sus labios sellados creerá leer el “ això ho pagues tu”. Suplicará
para sus adentros que las subsiguientes
reuniones se espacien eternamente y que el rótulo colgado a su espalda en el
que se le califica de infeliz no sea demasiado legible. Quién sabe si no se
plantea buscar una justa recompensa y que alguien se ponga de su parte. Infeliz
de nuevo, se dará cuenta de que aquellos que se la prometieron abandonan el
local con un palillo entre los dientes y se despiden amigablemente citándose para otra pronta
reunión. Saben de sobra quien acabará pagando las rondas y eso es lo que les
importa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario