lunes, 19 de noviembre de 2018


Y al tercer año, resucitó



Probablemente a más de uno le suene a chanza histriónica y un tanto irreverente el título de este libro. Posiblemente aquellos que vivimos el nacimiento de acontecimientos predemocráticos aún recordemos a Vizcaíno Casas, autor de semejante obra. Y dado el cariz desenterrador que lleva el discurrir de los días no he podido por menos que recordar aquel argumento que no dejaba de ser una novela bufa sobre la imposibilidad de perpetuidad del “añorado Caudillo”. En la misma, Fernando Vizcaíno Casas, plateaba la posibilidad de dar vida a alguien semejante físicamente a Franco y hacerle desfilar como cuerpo presente a ver qué reacción tenía el pueblo.  La calidad literaria de la obra ya se puede intuir. Los derechos de autor pasaron a ser salvoconducto de la película subsiguiente y la sucesión de momentos a través de las páginas en las que el temor de unos se confundía con los vítores de los otros acababan por redondear este folletín para mayor gloria de nostálgicos del Régimen. Aquella lectura soñaba con parecerse a la letra de una zarzuela aún por estrenar en la medida en que retrataba el sentir cotidiano de una de las partes sociales. Nada de reivindicar justicias, no; en eso, Vizcaíno Casas, tenía muy claras sus posturas a pesar de dejarlas deslizar con un increíble halo de imparcialidad. Según él, el mal disimulado miedo por parte de los rojos salía la luz ante el resucitado, y el orden se dictaba de nuevo. Lo dicho, una obra simple, oportunista como tantas otras del autor que llegó  a los quioscos para consuelo de lutos con brazo en alto y saludo centurión. Curioso, de cualquier modo, resulta  que transcurridos cuarenta años de aquella publicación, unos, otros, otros, unos y todos entre unos y otros, parezcan echar de menos una reedición de aquella novela insustancial. Si algún perteneciente a cualquiera de los bandos muere de deseos por leerla, que me lo comunique y la busco. En alguna caja de cartón anudada debe estar como recuerdo de vida ya finiquitada hace años. Lo más probable será que el olor a naftalina se haya impuesto al polvo del entierro de las páginas que no dejan de ser un compendio de chistes no demasiados afortunados. Queda un día para otro veinte de noviembre y la casualidad ha actuado a su antojo. De las disputas más o menos estériles, paso completamente a la espera de la aparición de una novela titulada “Fin, por fin”. Igual es más divertida y sella un argumento definitivamente serio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario