Easy Rider
Como si la vida diese la vuelta sobre tu vida misma y
te ofreciese la posibilidad de regresarte a aquellos años, así regresó esta
película a mi recuerdo. Un canto a la libertad absoluta por parte de un par de
amigos en busca de la carencia de normas. Un camino de ida hacia el paraíso que
en aquellos años sesenta se situaba sobre la costa oeste norteamericana. Un no
retorno hacia las corrección que como de costumbre busca adoctrinamientos y por
lo tanto sometimiento. Un fugaz sueño que las mismas pesadillas se encargan de
cercenar dejándote un sabor amargo del quise y no pude. Y todo a lomos de una
montura de acero con auténtico sabor a ruta 66. Los coqueteos con la ley se
suceden a lo largo del film y no deja de asomarse el peculiar personaje que
considera que su vida es una mierda y se suma a la utopía. Porque de eso se
trata, exactamente, de eso. De dejar transcurrir a lo largo del metraje ese canto cargado de octanos
de dos mitades de un mismo sentir en busca de sí mismos. Las trabas no suponen
más que un traspié para aquellos que las colocan y la irreverencia se hace
presente cada vez que la noche se cierne sobre los flecos de sus chaquetas. Podría
considerarse predecible la persecución y prohibición que tuvo por parte de unas
autoridades que no permitían ni el más mínimo descarrilamiento de los
postulados. Más o menos como ahora, si se analiza despacio. Una banda sonora
cargada de ácidos lisérgicos y guitarreos salvajes apoyan la trama y sobre esa
misma idea empañas el espejo, cierras los ojos y decides asomarte a lo que
pudieron sentir aquellos que lo vivieron en tiempo y lugar. Sientes el rugir de
los cilindros, echas de menos los pañuelos que han cedido puesto al casco, echas
de más los carenados de las máquinas y te sumerges en ese sueño personal
inacabado. Comparas y ves que el sistema ha fagocitado aquello que amenazaba su
propia norma y te das por vencido. Recuerdas el final de aquella hermosa
película y achacas al frío viento de poniente la culpa de la humedad que
recorre tus mejillas. Sabes que Dennis Hopper se debe estar partiendo de risa
una vez más y que Jack Nicholson sigue luciendo el caso de quaterback como
pasajero de la Harley. Ya, si acaso, cuando caiga la noche de nuevo, prestarás
atención a lo que tiene que decir sobre la libertad y entonces pide que el
sueño no se te acabe convirtiendo en desvelo. Quienes no la hayáis disfrutado, hacedlo.
Puede que a partir de entonces calléis para vosotros la respuesta que habéis dado
a tantas preguntas, más que nada, por vergüenza.
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