1. Isabelín
Existen nombres que por sí solos son
suficientemente especificativos. No necesitan la ayuda de ningún apellido e
incluso acaba despareciendo del carnet diario de la proximidad. Isabelín es la
prueba. Nadie podrá negarse la imagen que le llega cuando oiga pronunciar su
nombre. Inmediatamente se trasladará a las puertas metálicas que fronterizan la
planta en la que el todo se acumula. Un todo llegado del esfuerzo y la
constancia que en el Abrevaor tiene el origen y que bajo los nogales firman un
modo de vida. Tantos y tantos viajes a lomos de la furgoneta azul sobre la que
disponer en un Segundo de todo aquello que la tierra ofrecía y sigue prestando.
Aún mantiene el aroma al espliego que llegó a encabritar por el sobrepeso a la
furgoneta que buscaba la marmita destiladora en la curva del río. Las aguas
compitieron con las hoces para ofrecer productos y en ello sigue. Sobre la
acera, las macetas adoptan las mil formas caprichosas que los geranios exigen.
Sobre su piel, los claroscuros se simultanean para ofrecer dos versiones de un
mismo rostro siempre risueño. La romana descansa y espera al siguiente del
turno sabiendo que será generosa con la pesa. La toca duerme en el arcón ante
la lejana llegada del otoño que presagiará lluvias y fríos. Enhebrará el hilo
de la conversación adueñándose de la prisa para vencerla al menor descuido.
Nada importará más que recontar los pasos de quienes pasan por delante de su
mirada aguda sin caer en la cuenta de ello. La rueda del carretillo ronronea el óxido que
la fuerzas fueron depositando y la silla baja de anea será pintada de nuevo
como cada primavera. Icono de un tiempo que se resiste a convertirse en olvido,
aún de cuando en cuando, se sueña viajera hacia mercados cercanos. Las cajas de
cartón con respiradero fueron convenientemente anudadas con cuerdas de pita y
fueron maleta de enseres en tantas ocasiones como ocasiones se presentaron.
Bastará su simple desplazamiento hacia la esquina para que todo aquel que la
eche de menos la tenga de nuevo. Habla de la familia en un intento de afianzar
los lazos que tantas y tantas veces se desatan sin querer. Un nuevo ciclo se asoma
a su vida y ella misma será la encargada de darle cuerda al reloj pausado de su
existencia. El corazón sincopa los latidos como si el péndulo le negase a la
pausa a quien la pausa desconoce. Es de las que con tres perras ha sido capaz
de comprender el auténtico valor de la riqueza. Si alguna vez os la encontráis,
si alguna vez le preguntáis cómo está, no hagáis caso excesivo a sus quejas
primeras. Enseguida comprobaréis que la vitalidad la sigue acompañando y no le
gusta presumir de ello ante nadie.
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