1. Rexeyes
Nada más verlo tienes la sensación de encontrarte en el Bosque
de Sherwood y estar delante de unos de los componentes de la banda de Robin
Hood. La inmediatez del sonido de las flechas imaginarias silban por tus oídos
y un retorno a la leyenda se abre hueco. Buscará entre su túnica el frasco de
la pócima en el que guarda los sueños y a nada que te descuides te los
brindará. Será un brindis al sol de la aventura a la que tanto le debe este que
mira desde los marcos de madera la llegada de un nuevo amanecer. Probablemente
haya diseñado a lo largo de la noche el enésimo soliloquio del razonamiento
encaminado a la incordura. Sabe que en este lado de la norma están las
verdaderas raíces de la subsistencia del alma y a ellas se aferra para no
dejarse arrastrar hacia el abismo de la normalidad. Juega su papel de juglar
como si el mismísimo riego de la sangre se lo hubiese transmitido a modo de
herencia irrenunciable. Su puesto se eleva unos centímetros por encima de los
cercanos y a veces el hábito de la incomprensión le tatúa indeseos. Volátil
pensamiento el suyo que reniega de pertenecer a una época tan solitaria como la
incompetente mirada de quien solamente busca réditos. Este eremita del sentir
se sacia para sí con la savia del convencimiento de estar en el lugar
equivocado en el momento preciso. Mesías de posturas que no precisará de
apóstoles ni evangelistas que le sigan o den testimonio. Sus sagradas
escrituras se caligrafían de fuera hacia dentro y en el cofre más seguro las
mantiene. Únicamente la aparición de alguien capaz de entenderlas será capaz de
vencer la resistencia que pone con el candado del pudor. Dentro de nada, las
golondrinas volverán a ocupar el nido que eligieron debajo de su alero.
Entonces, solamente entonces, comprenderá que una nueva primavera se ha abierto
y con ella los brotes de sus
postulados florecerán a su antojo. Ni siquiera el desafinado sonido de las seis
cuerdas será capaz de amortiguar la vibrante expresión de alegría que nazca de
sus ojos. El resto de lo que suceda en el bosque, le traerá al pairo. Tan
acostumbrado está a los repartos injustos que ha desistido hace tiempo a
reclamar el lote que le corresponde. Y mientras tanto, intenta cumplir con el
sueño de los justos sobre los que eleva una antorcha que les orientará en el
camino de regreso cuando soliciten su compañía. Las estrofas se agolpan de
nuevo y no es cuestión de hacerlas esperar.
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