La mano del diablo
Llevaba tiempo , demasiado tiempo, excesivo tiempo sin dedicarle a la
novela policíaca su espacio como lector. Demasiado tiempo sin regresar a los
argumentos en los que la acción se sobrepone al carácter del protagonista o la
secuencia de planos escénicos se solapa una y otra vez a modo de sectores de un
abanico en constate movimiento. De modo que dejándome llevar por el título, de
la mano de Preston y Child, asumí el
reto. Atractivo ser es el Diablo, sin duda, que ha dado pie a innumerables páginas
noveladas, leyendas, y demás ficciones. Así que sumergido en una imaginaria nube
de azufre de dejé llevar. El argumento, más o menos conocido. Crímenes no
resueltos con toques satánicos y un par de policías a la búsqueda de la
solución final del enigma. De paso un mesiánico personaje que se cree lo que no
es teniendo sus momentos de gloria y todo ello aderezado con sutiles gotas de
oscurantismos medievales puestos al día. Nueva York alternando telones con
Florencia y el dúo protagonista desentrañando lo que parecía provenir del más
allá. Seiscientas y pico páginas que se despliegan a buen ritmo y que parecen destinadas a
convertirse en guion cinematográfico a nada que vuelva aponerse de moda
semejante género. Por un momento parece que Holmes y Watson se trasladan a la
actualidad y con algo más de energía física van dando cumplida cuenta a los
acertijos del enigma en cuestión. Las carencias emocionales o vitales de ambos
pasan a un segundo plano y aquí lo esencial es recuperar la senda de la
investigación que nos lleve a un resultado, obviamente, satisfactorio. Cierto
tufo en algún momento a gato negro de Poe se deja apreciar. Lo que no acaba de
encajar es la fusión un tanto forzada entre el pragmatismo de los negocios
orientales cargados de billetes con los sonidos excelsos del violín
Stradivarius. No lo veo, no; parece un añadido postizo al argumento en sus
constantes idas y venidas por las páginas del libro. De hecho, ese día que te
has levantado con mal pie lector tu mente se detiene más en el cartel de la multinacional
de la confección que en la propia secuencia de los capítulos. No en balde,
justo en la planta baja de al lado, un establecimiento luce máscaras demoníacas
carnavalescas. Dispersiones que pronto dejan de estar y recuperan el paso hacia
un final de novela más o menos esperado. Lo único que a partir de entonces te
provoca inquietud es el microondas sobre el que gira la taza a la espera de ser
liberada. De la relación de este electrodoméstico con la trama de esta obra
narrativa no añadiré más. Quien se
sienta interesado, que se deje arrastrar por su lectura y lo descubra por sí
mismo. Y si es mayor la curiosidad que su paciencia, que me la pida. Si la desvelaré
o no, solamente el diablo lo sabe.
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