domingo, 18 de noviembre de 2018


La mano del diablo



Llevaba tiempo , demasiado  tiempo, excesivo tiempo sin dedicarle a la novela policíaca su espacio como lector. Demasiado tiempo sin regresar a los argumentos en los que la acción se sobrepone al carácter del protagonista o la secuencia de planos escénicos se solapa una y otra vez a modo de sectores de un abanico en constate movimiento. De modo que dejándome llevar por el título, de la mano de Preston  y Child, asumí el reto. Atractivo ser es el Diablo, sin duda, que ha dado pie a innumerables páginas noveladas, leyendas, y demás ficciones. Así que sumergido en una imaginaria nube de azufre de dejé llevar. El argumento, más o menos conocido. Crímenes no resueltos con toques satánicos y un par de policías a la búsqueda de la solución final del enigma. De paso un mesiánico personaje que se cree lo que no es teniendo sus momentos de gloria y todo ello aderezado con sutiles gotas de oscurantismos medievales puestos al día. Nueva York alternando telones con Florencia y el dúo protagonista desentrañando lo que parecía provenir del más allá. Seiscientas y pico páginas que se despliegan a  buen ritmo y que parecen destinadas a convertirse en guion cinematográfico a nada que vuelva aponerse de moda semejante género. Por un momento parece que Holmes y Watson se trasladan a la actualidad y con algo más de energía física van dando cumplida cuenta a los acertijos del enigma en cuestión. Las carencias emocionales o vitales de ambos pasan a un segundo plano y aquí lo esencial es recuperar la senda de la investigación que nos lleve a un resultado, obviamente, satisfactorio. Cierto tufo en algún momento a gato negro de Poe se deja apreciar. Lo que no acaba de encajar es la fusión un tanto forzada entre el pragmatismo de los negocios orientales cargados de billetes con los sonidos excelsos del violín Stradivarius. No lo veo, no; parece un añadido postizo al argumento en sus constantes idas y venidas por las páginas del libro. De hecho, ese día que te has levantado con mal pie lector tu mente se detiene más en el cartel de la multinacional de la confección que en la propia secuencia de los capítulos. No en balde, justo en la planta baja de al lado, un establecimiento luce máscaras demoníacas carnavalescas. Dispersiones que pronto dejan de estar y recuperan el paso hacia un final de novela más o menos esperado. Lo único que a partir de entonces te provoca inquietud es el microondas sobre el que gira la taza a la espera de ser liberada. De la relación de este electrodoméstico con la trama de esta obra narrativa no añadiré más.  Quien se sienta interesado, que se deje arrastrar por su lectura y lo descubra por sí mismo. Y si es mayor la curiosidad que su paciencia, que me la pida. Si la desvelaré o no, solamente el diablo lo sabe.

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