miércoles, 14 de noviembre de 2018


1. Abilio Cerdán Martínez


El primer recuerdo que me llega suyo viene enmarcado entre las tapas de aquella enciclopedia Álvarez de primer grado. La escuela que coronaba las escaleras frente al ayuntamiento veía transitar el diario paso de las diferentes edades que allí buscábamos los conocimientos. Él tuvo la gentileza de dejármela para poder iniciar desde allí la senda del aprendizaje que tanto se valoraba en aquellos años. Pues, bien, así sigue, gentil como siempre, desde siempre y para con todos. Las expectativas de futuro se le ofrecieron más allá de las aguas y las aguas le prestaron el salvoconducto. Tomó tierra y se hizo uno más. Como si la necesidad precisara de pasaportes, allí, entre las calas rocosas y las bahías calmas, instaló su permanencia. Fue y sigue siendo uno más de esos a los que la llamada les regresa de cuando en cuando para pedirles presencias. Transcurrieron los años, ascendieron los edificios, se poblaron las playas, y sin embargo, nunca dejó de lado el fresco sabor de su origen. Cultivó para sí el don de gentes del que sigue haciendo gala y con esa chulería personal que le caracteriza se abre paso para dejar constancia de su presencia. Tuesta su piel venciendo a los propios rayos solares como si quisiera transmutarse en el beduino de las dunas perfiladas de sonrisas puras. Este émulo de Sempronio sería capaz de desbancar al mismísimo Calisto que le saliese al paso sin que se diera cuenta de su derrota ante Melibea. Labiado acostumbrado a la corte de la conquista usurparía a cualquier don Juan la categoría que en justicia a él le corresponde mal que le pese a los Luises Mejías de turno. Puede que de sus nicotínicas falanges  descubra el arte de las relaciones para dejar claras sus posturas. Se ha movido entre los vaivenes del norte de tal modo que cualquiera sería incapaz de superar la viva voz que de la pantalla se le ofrezca para ser entonada. Seguramente la costa sepa más de lo que calla y no será cuestión de pecar de indiscreto. Resulta suficiente rédito el comprobar cómo del regreso ha trazado un puente al que tantas veces hicieron coro quienes bailaban al son de las verbenas. Mostró hace años la valentía y el arrojo con el que cerrar puertas para abrir otras y sin duda alguna, sabe que el adiós definitivo nunca se da a las nanas de tu vida. Se supo grumete de un barco llamado aventura y sigue haciendo la travesía con el mismo espíritu que siempre le caracterizó. Las enciclopedias, como veis, cumplieron sobradamente  con su apoyo al aprendizaje; en Abilio, la prueba.

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