1. Dani Mateo
No es que sea fiel seguidor de sus actuaciones ni
me vuelvan loco de alegría sus monólogos. Supongo que la sobreabundancia de
ofertas lleva al hartazgo y raramente te paras a degustar lo que alguien como Dani
Mateo puede ofrecerte. Igual los guionistas son los culpables a favor o en contra
de la aceptación por parte del público. Es igual; simplemente, me da lo mismo.
Han pasado tantas figuras escénicas por delante a lo largo de los años que parece
que la risa se me ha agotado. Aunque visto lo visto, creo que más que agotarse
se ha avinagrado en el matraz del acético que el peor de los vinos pudiera
ofrecer. Según cuentan, en la Edad Media, el bufón era el encargado de elevar
el ánimo al alicaído noble que se solía aburrir en sus veladas de hartazgo.
Posiblemente la expansión de territorios había diezmado sus huestes y la pena
le embargaba de modo incruento. Las bajas eran lo de menos; lo importante resultaba
ser la victoria sobre aquellos a los que tomaba por enemigos por poseer lo que él
ansiaba, reclamaba, conquistaba o robaba . De modo que ante el compás de espera
que una nueva refriega ofrecía, el señor, se aburría y había que sacarlo de ese
estado penoso. Y ahí estaba el bufón. Con más o menos fortuna conseguía ejercer
su papel y de los cascabeles de su cabeza brotaban las chanzas con el
interrogante sonando de la aprobación o la repulsa. Supongo que los pendones
ondearían a la intemperie y los centinelas nocturnos cuidarían de ellos como
oro en paño en sus sucesivas imaginarias almenadas. Imagino que por nada del
mundo se le habría ocurrido al payaso del castillo solicitar que arriaran
alguno para convertirlo en un elemento más de su representación. ¡Por dios!, ¿quién
se iba a atrever a ondear las carcajadas a costa de semejante estandarte
identificativo? ¡Faltaría más! De modo que pasaron los siglos, llegaron revoluciones
y las banderas siguieron siendo algo más que elementos identificativos de
clases más o menos dispares. Tras ellas se generaron guerras y no parece que la
cosa vaya a remitir. Ahí, querido Dani, señor Mateo, es donde usted o quien le
haya escrito el guion, ha patinado. No se han dado cuenta del fervor que
desencadena una bandera sea del color que sea. Que los seguidores sean fanáticos
defensores de la misma es una cuestión que precisaría de un estudio concienzudo
y un análisis definitivo. Mientras ese siglo llega, estimado señor, paciencia.
El castillo sigue firme, la torre del homenaje está convenientemente custodiada
y las mazmorras siguen siendo el lugar más inhóspito de toda la fortaleza. Y
por supuesto, algo que no es admisible de ninguna de las maneras es el humor
irreverente que pudiera dañar en lo más hondo a los súbditos, o sí. Créame si
le digo que se han arrestado banderas castrenses pero no me pida que le explique
los motivos porque sonarían a broma.
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