martes, 27 de noviembre de 2018


1. Dani Mateo


No es que sea fiel seguidor de sus actuaciones ni me vuelvan loco de alegría sus monólogos. Supongo que la sobreabundancia de ofertas lleva al hartazgo y raramente te paras a degustar lo que alguien como Dani Mateo puede ofrecerte. Igual los guionistas son los culpables a favor o en contra de la aceptación por parte del público. Es igual; simplemente, me da lo mismo. Han pasado tantas figuras escénicas por delante a lo largo de los años que parece que la risa se me ha agotado. Aunque visto lo visto, creo que más que agotarse se ha avinagrado en el matraz del acético que el peor de los vinos pudiera ofrecer. Según cuentan, en la Edad Media, el bufón era el encargado de elevar el ánimo al alicaído noble que se solía aburrir en sus veladas de hartazgo. Posiblemente la expansión de territorios había diezmado sus huestes y la pena le embargaba de modo incruento. Las bajas eran lo de menos; lo importante resultaba ser la victoria sobre aquellos a los que tomaba por enemigos por poseer lo que él ansiaba, reclamaba, conquistaba o robaba . De modo que ante el compás de espera que una nueva refriega ofrecía, el señor, se aburría y había que sacarlo de ese estado penoso. Y ahí estaba el bufón. Con más o menos fortuna conseguía ejercer su papel y de los cascabeles de su cabeza brotaban las chanzas con el interrogante sonando de la aprobación o la repulsa. Supongo que los pendones ondearían a la intemperie y los centinelas nocturnos cuidarían de ellos como oro en paño en sus sucesivas imaginarias almenadas. Imagino que por nada del mundo se le habría ocurrido al payaso del castillo solicitar que arriaran alguno para convertirlo en un elemento más de su representación. ¡Por dios!, ¿quién se iba a atrever a ondear las carcajadas a costa de semejante estandarte identificativo? ¡Faltaría más! De modo que pasaron los siglos, llegaron revoluciones y las banderas siguieron siendo algo más que elementos identificativos de clases más o menos dispares. Tras ellas se generaron guerras y no parece que la cosa vaya a remitir. Ahí, querido Dani, señor Mateo, es donde usted o quien le haya escrito el guion, ha patinado. No se han dado cuenta del fervor que desencadena una bandera sea del color que sea. Que los seguidores sean fanáticos defensores de la misma es una cuestión que precisaría de un estudio concienzudo y un análisis definitivo. Mientras ese siglo llega, estimado señor, paciencia. El castillo sigue firme, la torre del homenaje está convenientemente custodiada y las mazmorras siguen siendo el lugar más inhóspito de toda la fortaleza. Y por supuesto, algo que no es admisible de ninguna de las maneras es el humor irreverente que pudiera dañar en lo más hondo a los súbditos, o sí. Créame si le digo que se han arrestado banderas castrenses pero no me pida que le explique los motivos porque sonarían a broma.

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