jueves, 22 de noviembre de 2018


Alguien voló sobre el nido del cuco



Quiero pensar que los años me intentan reenviar a aquellos pasados como si pretendiesen de mí un resteo. Siempre, o casi siempre, aparece una situación cotidiana que te suena a ya vivida desde el patio de butacas de aquella sesión cinéfila. Y a nada que te descuides el título te viene a la memoria. Este es el caso del nido en cuestión. Un inadaptado protagonizado por Jack Nicholson acaba siendo ingresado en un psiquiátrico para ser reeducado. A los sucesivos intentos de amansamiento, este responde con nuevas  salidas de la ruta marcada por la norma impuesta. No solo no se conforma con ello sino que además empieza a manejar sin apenas oposición a los inadaptados deficientes que hasta entonces carecían de líder. Se establece una lucha sin miramientos entre los defensores de las normas y este escuadrón libertario dispuesto a seguir las suyas. De poco sirven los escarmientos a los que es o son sometidos y el miedo echa un pulso a la osadía. Nada tienen que perder aquellos que nada temen y en esos parámetros discurre la película. Lo de menos es el resultado final que obviamente otorga derrota y victoria siguiendo el catecismo previsible. Lo verdaderamente curioso empieza al salir de la proyección y una vez degustada la primera cerveza, desoyendo las opiniones de los próximos, te aíslas y recapacitas sobre el mensaje recibido. Cuestionas cosas, normas, estilos de vida, de direcciones, y entonces los interrogantes se engrandecen. Te dejas llevar por el movimiento cíclico y cuando llegas a la edad del retrovisor te das cuenta de que posiblemente eres uno más de aquellos secundarios personajes que vivieron una ilusión y se dejaron vencer. No han aparecido líderes capaces de llevarte hacia la utopía y  las sesiones de electroshok ta producen cosquillas. No ves en el horizonte a ningún Milos Forman capaz de dirigir este desbarajuste de guion y empiezas a meditar la posibilidad de ingreso en un manicomio. Seguramente allí dentro persisten aquellos que fueron tomados por lo que realmente no son y les encanta aparentar para no sucumbir a la uniformidad. Una enfermera Ratched se aproximará y tú le sonreirás socarronamente indicándole que yerra nuevamente. La convencerás medianamente cuando consigas llevarla hacia la ventana más próxima. Con la ironía colgada de tus yemas le dirigirás la mirada hacia la escalinata de entrada. Allí, dos melenas felinas hieráticamente situadas a ambos lados, le marcarán el camino definitivo hacia el pabellón que precisa de sus auxilios. Justo en ese momento, una nueva ronda de lúpulo recorrerá la barra y todo volverá a la anormalidad de costumbre.  

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