sábado, 4 de mayo de 2019


Aroa y Javier

Probablemente a estas horas estén comprobando cómo el sí se ha hecho presente de modo definitivo. Cómo si fuese precisa la firma de un documento innecesario, dando paso a la tradición. El sí, el rotundo sí, se habrá escuchado a través del paisaje de las emociones de cuantos les han visto crecer y viajar en paralelo. Un desfile de parabienes se habrá venido a sumar a ritmo vivo que su paso vivaz describa. Porque de eso se trata, de dar cumplida cuenta de un compromiso, a todas luces, gozoso. Han horneado y siguen horneando tantas hogazas de complicidades que sería impensable escatimar las levaduras de una masa madre llamada a ser sustento definitivo. Ella, sonriente, calmada, mirando de frente y sorteando los obstáculos. Él, vigía de un puesto de guardia desde la garita de la tercera imaginaria que por vocación ha decidido erigir como puesto de retén. Ambos, dando paso al día cuando para otros el día concluye a ritmo de la noche veraniega y el cuerpo exige reparación. Héroes que han apostado por dar vida a aquello que muchos condenan al nicho de la desaparición. Y lo han hecho, y lo siguen haciendo, desde el convencimiento que la fe les otorga a quienes no dudan ni por un instante del destino de sus sueños. Mueven a  la par los remos de una barca a la que no es preciso desplegarle velas porque ellos mismos se bastan y sobran para guiarla a buen puerto. Saben que de los vientos mecidos entre las rocas que el agua apacigua sacarán la fortaleza definitiva que servirá como piedra angular de una quimera que solamente los osados encuentran posible. Han mamado del ejemplo y en base a ello diseñaron un modo de actuar que se yergue como mástil de bandera en el patio de armas de su propio convencimiento. Cruzan las horas como si deviniesen de meridianos alejados para dar cumplida cuenta de las masas madres pespunteando los picos. Son quienes quieren ser y quienes el reconocimiento merecen. Asomarán con el tiempo sus párpados hacia el valle para recontar las ausencias y sumar las vivencias. Separarán la harina de la tremolina para conseguir que el punto justo permita degustar los frutos del calor que madruga. Velarán por dar vida al presente desde el rincón esquinado que el Pontizo custodia. Serán dos mitades de un todo que  desde hace tiempo supieron entender la auténtica razón que suele guiar a quienes camina de la mano. Miga y corteza que hoy, como si fuese necesario reivindicarlo, se muestran a las cruces de Mayo cruzando sus destinos  troceando caridades.     

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