jueves, 2 de mayo de 2019


1.    Jolly y Estefi



La verdad es que solamente el hecho de nombrarlas despereza mi sonrisa y los adjetivos, los múltiples calificativos, los innumerables epítetos, se agolpan como queriendo tomar posiciones. Este dúo de similitudes es tan similar y a la vez tan dispar que no sé exactamente cómo empezar a trazarles su perfil sin que suene a reiterativo. Porque en definitiva, reiterativa es la pose con la que se enfrentan a las circunstancias del día a día. Este par de vestales marmóreamente diseñadas desde el pincel de la hipérbole no sería capaz de permanecer demasiado lejos la una de la otra sin que se notase la cojera del impar. Viven como si le debieran a la vida las campanadas de un Big Ben con tic tac de adopción. De las raíces de las encinas a las ramas de los pinos todo un compendio de savias se aglutina a la espera de brotarles como ocurrencia festiva, indómita, inconformista, veraz. Sacerdotisas de Isis a la espera la enésima crecida del Nilo del divertimento sucumben ante las naderías para dejarles un poso de desprecio elegante más propio de las bambalinas que del escenario en sí. Petálidas plúmbeas del cárdeno páramo en cuyas encinas el corcho se mece y espera. Níveas hadas del paraíso con sabor a infierno del que redimir aburrimientos mientras la pátina decolora la tez de Mary sin ella saberlo. Oro y cobre fusionados en la marmita del alquimista a la espera de la piedra filosofal que las haga inmortales de la mano del Melquíades bienhallado. Una reclamará para la otra y entre ambas darán colorido al vuelo de las aves en el sempiterno sueño de una noche de verano. Pondrán firmes a los acentos para que ninguno sea demasiado soberbio, engreído o sobredimensionado. Y de la chanza buscarán el paso de la barcaza que las haga surcar los mares como si de un charco lluvioso se tratase. Podrían prestarse a ser los mascarones de proa de un buque majestuosos siempre y cuando el rumbo lo marcase la inoportunidad inesperada. Jugarán a nones las posesiones de un trono sobre el que clavar espadas sarcásticas a los advenedizos que quisieran usurpárselo. Serán, siempre lo han sido, la cara y cruz de una misma moneda, el haz y envés del que destilar clorofilas, el alfa y omega de un destino que hace tiempo se cruzó y del que me precio ser testigo privilegiado. Ellas, que tildan monosílabos si es que resumen totales, ellas, son la Thelma y Louise de un viaje inacabado a las que perseguirán las envidias de quienes no son capaces de vivir caligrafiando sus propias reglas. Si alguna vez las notáis ausentes sabed que siguen buscando al petit lapin que se perdió en el jardín de las hespérides y aún no ha regresado.   

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