1. Verosimar
Es colocar el caballete de letras y automáticamente
se expande la sonrisa. Sí, la sonrisa. Una sonrisa nacida de una forma de ser
que jamás deja indiferente a quienes tenemos la fortuna de compartirle los
momentos. Ella, tan dual como suelen ser los gemelos de Junio, lleva sobre sí
misma el cuño ambivalente de todo su poderío innato. Unas veces podrá vestirse
de Azahara cordobesa a la espera del Abderramán que se atreva a cruzar la línea
que la osadía diseña y el arrojo pespuntea. Ella, alzará sus brazos para regar
convenientemente los geranios que den colorido al patio de una forma de ser
encalada y primaveral. Cruzará por la judería y el mismísimo Maimónides le
lanzará un requiebro con la elegancia natural que la sultana que la viste
merece. Verá correr por sus mejillas el enésimo riego del Guadalquivir interior
cada vez que de la mezquita de sus sangres el muecín reclame tiempo de sosiego.
No habrá Romero de Torres capaz de captar el tono exacto de sus latidos si ella
no quiere o autoriza. Ni habrá Rafael capaz de embadurnar sus lienzos si ella
no concede los permisos pertinentes. Y a nada que se dé por concluida la mitad
de la travesía, su otra mitad pedirá a gritos sentirse serrana próxima a las
estribaciones maternas. Sabrá saltar la tapia si la madrugada insiste en prolongarse
y, si la penumbra se embosca, de la candela propia prenderá la llama que la
guíe. Hace tiempo que su camino hacia Damasco le aportó las soluciones y a
ellas se aferra. Y si en algún momento las dudas le aparecen, del libro tatuado
a flor de piel, extraerá las orientaciones convenientes para seguir adelante.
Siempre fuerte, siempre firme, siempre Vero. Más sólida de lo que muchos suponen
y más sensible de lo que muchos ignoran. Quemará etapas para de las cenizas de semejante
hoguera ver renacer al ave Fénix que vuelve con más energía. Y volará
expandiendo sus dos alas desde las que planea dejándole a la improvisación la
elección de la pista en la que aterrizar. Fiel a unos principios que conjugan
perfectamente deber y placer. Fiel a
unas bases que apuntalan la alcazaba que sabe a dulce moscatel y sazona un salmorejo. Os dejo, acabo
de verla pasar. La premura va prendida de sus mallas y no es de las que se
conformen con esperar a que la alcances. Solamente si ve que merece la pena,
aguardará a que llegues. Y si eso sucede, verás que merece la pena tenerla
cerca.
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