miércoles, 22 de mayo de 2019


1. Verosimar


Es colocar el caballete de letras y automáticamente se expande la sonrisa. Sí, la sonrisa. Una sonrisa nacida de una forma de ser que jamás deja indiferente a quienes tenemos la fortuna de compartirle los momentos. Ella, tan dual como suelen ser los gemelos de Junio, lleva sobre sí misma el cuño ambivalente de todo su poderío innato. Unas veces podrá vestirse de Azahara cordobesa a la espera del Abderramán que se atreva a cruzar la línea que la osadía diseña y el arrojo pespuntea. Ella, alzará sus brazos para regar convenientemente los geranios que den colorido al patio de una forma de ser encalada y primaveral. Cruzará por la judería y el mismísimo Maimónides le lanzará un requiebro con la elegancia natural que la sultana que la viste merece. Verá correr por sus mejillas el enésimo riego del Guadalquivir interior cada vez que de la mezquita de sus sangres el muecín reclame tiempo de sosiego. No habrá Romero de Torres capaz de captar el tono exacto de sus latidos si ella no quiere o autoriza. Ni habrá Rafael capaz de embadurnar sus lienzos si ella no concede los permisos pertinentes. Y a nada que se dé por concluida la mitad de la travesía, su otra mitad pedirá a gritos sentirse serrana próxima a las estribaciones maternas. Sabrá saltar la tapia si la madrugada insiste en prolongarse y, si la penumbra se embosca, de la candela propia prenderá la llama que la guíe. Hace tiempo que su camino hacia Damasco le aportó las soluciones y a ellas se aferra. Y si en algún momento las dudas le aparecen, del libro tatuado a flor de piel, extraerá las orientaciones convenientes para seguir adelante. Siempre fuerte, siempre firme, siempre Vero. Más sólida de lo que muchos suponen y más sensible de lo que muchos ignoran. Quemará etapas para de las cenizas de semejante hoguera ver renacer al ave Fénix que vuelve con más energía. Y volará expandiendo sus dos alas desde las que planea dejándole a la improvisación la elección de la pista en la que aterrizar. Fiel a unos principios que conjugan perfectamente  deber y placer. Fiel a unas bases que apuntalan la alcazaba que sabe a dulce  moscatel y sazona un salmorejo. Os dejo, acabo de verla pasar. La premura va prendida de sus mallas y no es de las que se conformen con esperar a que la alcances. Solamente si ve que merece la pena, aguardará a que llegues. Y si eso sucede, verás que merece la pena tenerla cerca.

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