miércoles, 15 de mayo de 2019


1. Rafaela y Jose
Que a nadie se le ocurra añadir el apellido italiano que muchos creerían errados que le corresponde. No, no es ni de lejos la cantante de moda de aquellos años. Como máximo se permitirá añadirle el diminutivo que tanto le sonaba a nana cada vez que le llegaba de los labios maternos. Ella, Rafaela, Rafa, sabe de la importancia que tiene la entonación adecuada cuando el arpegio exigido llega de la mano del cariño incondicional. De siempre ha sabido licuar hacia dentro las carencias para forjar del par la solidez de su estructura vital. Declinará los verbos que insistan en conjugarse de modo impersonal, asépticos, terrenales. Acariciará las teclas del órgano como si el mismísimo Maese Pérez la hubiese elegido para remarcar su perpetuidad. Sigue siendo, siempre ha seguido siendo, quien mantuvo denticiones primigenias con las que negar dentelladas y expandir sonrisas. Abrirá los contrafuertes de sus sueños cada vez que desde el punto de equilibrio en el que habita mire hacia ambos lados de la balanza y compruebe la inexistencia de un mal calibrado. Sabrá que de la regia fortaleza caballeresca montesana le legó un modo de entender la vida y acarrear sus consecuencias. Se emocionará cuando compruebe en los trazos del lienzo las virtudes que de las yemas nacen para dar testimonio de belleza. Cada día que le transcurre lo hace a sabiendas de un próximo Enero al que incendiar de gozos festivos en mitad de la plaza. Y de cuando en cuando volverá a comprobar si el cuadro sigue colgado boca abajo para que nada se olvide y nada se perdone. Y a su lado, Jose, sin tilde, sin el don que tantas veces nos dedicamos guasonamente. Quitando hierro a lo que pudiera parecer destinado al óxido. Poniendo en valor el valor final de la ironía. Dejando que viajen a su antojo los bisturíes, los cloroformos, hasta que vean cuál es su resistencia. Pondrá firmes a las válvulas del enésimo turbodiesel al que tunear entre risas de sobremesas. Diseñará bancales sobre los que enraizar culturas y perpetuar herencias. Rememorará las mil anécdotas que una vez lo tuvieron por testigo o protagonista. Delineará la ocurrencia inmediata con la que expandir una brisa de carcajadas. Y llegado el ecuador de Mayo volverá a entonar los versos que hace tanto tiempo trazaron un camino común. Probablemente enarbole una vez más el estandarte cuatribarrado en su sonrisa desplegada. De lo que no me cabe duda es de a quien destinó el destino aquellas estrofas que un día entonase el trovador. Hay veces en las que las tizas dejan de ser blancas, se visten de colores y vuelven a trazar en la pizarra un par de nombres. Hay veces en las que se recuerda que quien formó parte de ti, si se aleja de ti, te lleva consigo. Solo hay que esperar a que sea quince de Mayo para comprobarlo y felicitarse por ello.

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