Los
asquerosos
Desde luego el título impacta, vaya que sí. Por un momento no
sabes muy bien a quién irá dedicado semejante apelativo y la curiosidad te
lleva de la mano. Has escuchado en algún canal televisivo el boceto de la idea
original y automáticamente tu imaginación se dispara. Lo buscas y por si
faltaba algo no consigues encontrarlo en las librerías habituales. Se ha
agotado, oyes decir y la curiosidad aumenta a niveles de mono adictivolector
que desconocías padecer. Por fin llega a tus manos y te pones a ello. Primeras
páginas, primeras impresiones, primeras aproximaciones al argumento, primeras
risas. Echas mano de la memoria de
previas y algo te suena. Un tipo estrafalario que, en base a su infortunio (?),
se ve envuelto en una paranoia revestida
de fuga hacia no sabe dónde pero sí sabe hacia qué. Los detalles se decantan
conforme la novela va discurriendo y percibes que el cordón umbilical que el
protagonista luce no acaba de ser cortado. Pareciera que el parto hacia la
casilla de entrada de un imaginario juego de mesa tardará un tiempo y los dados
rodarán a su antojo. Por un momento te sientes testigo incómodo de una
evolución que para muchos sería involución y para el protagonista es un camino
sin retorno. Las circunstancias se vuelven caprichosas pretendiendo reconducir hacia lo aceptable lo que, a todas luces, parece improbable. Un
cuentagotas te lleva de la realidad a la incredulidad y los capítulos discurren
a su antojo. El niño que todos llevamos dentro se viste de adulto para seguir
siendo niño y cumplir sus ansias recónditas de libertad. Vas apostando sobre
cómo discurrirá la historia y las primeras chanzas las empiezas a tiznar de
grises. Una hoguera de desesperaciones deja un tufo inexorable de
inconformismo. Una imagen regresa ti de aquel que en persona viste actuar de
modo muy similar. Empiezas a no saber dónde colocar el cartel de asqueroso por
si la escarpia no te satisface suficientemente. Santiago Lorenzo, artífice
firmante de esta novela, está jugando contigo de un modo tan subliminal que no serán necesarias las recriminaciones.
Bastante tienes con mirarte al espejo y ver el cambio que ha sufrido aquella
primera visión de las primeras páginas. Callas avergonzado el sonrojo que te produces,
y una vez concluida la lectura la reflexión se solapa a ti. La ósmosis ha sido
tan intangible que achacas a factores externos el ánimo que te envuelve. Aquellos
y aquellas que os vanagloriáis de vuestras certezas, echadlas a un lado y leed
esta obra. Quizás antes de lo imaginable estaréis pidiendo un destornillador para
ajustar convenientemente cada una de vuestras propias piezas. Avisados estáis.
Voy a ver si consigo que el mío resista suficientemente las vueltas de tuerca
de la muñeca que ya empieza a flaquearme
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