Flirteo, acoso, abuso
Deberían estar más que claras las
diferencias entre las definiciones de los tres sustantivos y así no habría
lugar al equívoco. De ningún modo es admisible la argamasa que mezcle a tal
triunvirato para dar pie a un todo vale con consecuencias irreparables.
Flirtear supone sacar a escena las máximas virtudes de seducción que almacena
el seductor de turno y exponerlas con toda la elegancia posible. Ni caer en
el absurdo, ni pretender ser lo que no
se es. De nada valdrá apropiarse de un traje que te viene grande si a la hora
de manifestarte como redivivo Casanova demuestras más carencias que virtudes.
Serás el hazmerreír y vestirás con la capa de imbécil que ni siquiera
percibiste y que te cubre por entero. Cuestión de reflejo y mirada sincera
sobre el cristal antes de estar empañado por la estupidez. Si la parte
receptora aprecia tu modo de
desenvolverte, tu porte físico, tu agudeza en el verbo, tu saber estar,
tu simpatía, quizás tengas alguna posibilidad. Incluso podrás juzgar si merece
la pena insistir o no, llegado el caso. Si el “no” te llega de modo categórico, lo ideal será dar
media vuelta y dejar paso. No hay más. Te ha de quedar clara la respuesta y
debes asumirla por más que te pese. Puede que no acabes de entender tal
negativa y busques los fallos cometidos y no los hallarás. Sencillamente, no, y
punto. Y si entonces decides sacar a la luz al cabestro que te viste, a ese
morlaco que no acepta la derrota, al que se siente infravalorado, lo último que
debes hacer es convertirte en la mosca cojonera que dé la brasa a quien no
tiene frío. Ridículo será dar ese paso, piénsalo. Pero si aún así insistes en
ser obtuso y porfías una y otra vez, admítelo, te estás convirtiendo en un
acosador. Aquí sí que la broma deja de serlo si es que alguna vez lo fue. Empiezas
a dar motivos de temor y nada de eso te llevará a reconducir posturas que no te
pertenecen. Eso que tú consideras objeto sin serlo, eso mismo, no te pertenece.
Has oído bien y no es necesario que te sigas autoengañando. Eres un acosador.
Así de claro. Estás a punto de dar un giro definitivo a tu obsesión y
convertirte en un abusador. Te has situado o te han situado por encima del bien
y del mal y crees que nada te ha de ser negado. A las buenas o la las malas
quieres alcanzar tu objetivo y así consideras que ha de ser. Puede que eches
mano de tu posición privilegiada y desde el dominio que te ofrece valores como
éxito aquello que no es más que la viva estampa de tu inmundicia. No, no te
dejes llevar por las palmaditas que te brinden quienes adulan tu estatus. Son
tan taimados que simplemente les encantaría estar en tu puesto para actuar como
tú. Ya ves, aquello que empezó como una posibilidad de conquista ha derivado a
ser una letrina infecta que lleva tu nombre. Mírate y hazte caso. Tu propia
imagen ya anuncia lo que eres y lo que se puede esperar de ti. No pases del
intento de flirteo si ves que ni tienes capacidad, ni estilo, ni gracia, ni
mérito para seguir. Nadie se merece a alguien como tú encarándosele para
soportar nimiedades o baboserías. Pero sobre todo, nadie merecerá padecer por
un tipo como tú que desconoce las diferencias existentes entre flirtear, acosar
y abusar. Reconócelo y antes de avanzar, medita. Es por su bien; no lo olvides.
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