miércoles, 17 de enero de 2018


Flirteo, acoso, abuso



Deberían estar más que claras las diferencias entre las definiciones de los tres sustantivos y así no habría lugar al equívoco. De ningún modo es admisible la argamasa que mezcle a tal triunvirato para dar pie a un todo vale con consecuencias irreparables. Flirtear supone sacar a escena las máximas virtudes de seducción que almacena el seductor de turno y exponerlas con toda la elegancia posible. Ni caer en el  absurdo, ni pretender ser lo que no se es. De nada valdrá apropiarse de un traje que te viene grande si a la hora de manifestarte como redivivo Casanova demuestras más carencias que virtudes. Serás el hazmerreír y vestirás con la capa de imbécil que ni siquiera percibiste y que te cubre por entero. Cuestión de reflejo y mirada sincera sobre el cristal antes de estar empañado por la estupidez. Si la parte receptora aprecia tu modo de  desenvolverte, tu porte físico, tu agudeza en el verbo, tu saber estar, tu simpatía, quizás tengas alguna posibilidad. Incluso podrás juzgar si merece la pena insistir o no, llegado el caso. Si el “no”  te llega de modo categórico, lo ideal será dar media vuelta y dejar paso. No hay más. Te ha de quedar clara la respuesta y debes asumirla por más que te pese. Puede que no acabes de entender tal negativa y busques los fallos cometidos y no los hallarás. Sencillamente, no, y punto. Y si entonces decides sacar a la luz al cabestro que te viste, a ese morlaco que no acepta la derrota, al que se siente infravalorado, lo último que debes hacer es convertirte en la mosca cojonera que dé la brasa a quien no tiene frío. Ridículo será dar ese paso, piénsalo. Pero si aún así insistes en ser obtuso y porfías una y otra vez, admítelo, te estás convirtiendo en un acosador. Aquí sí que la broma deja de serlo si es que alguna vez lo fue. Empiezas a dar motivos de temor y nada de eso te llevará a reconducir posturas que no te pertenecen. Eso que tú consideras objeto sin serlo, eso mismo, no te pertenece. Has oído bien y no es necesario que te sigas autoengañando. Eres un acosador. Así de claro. Estás a punto de dar un giro definitivo a tu obsesión y convertirte en un abusador. Te has situado o te han situado por encima del bien y del mal y crees que nada te ha de ser negado. A las buenas o la las malas quieres alcanzar tu objetivo y así consideras que ha de ser. Puede que eches mano de tu posición privilegiada y desde el dominio que te ofrece valores como éxito aquello que no es más que la viva estampa de tu inmundicia. No, no te dejes llevar por las palmaditas que te brinden quienes adulan tu estatus. Son tan taimados que simplemente les encantaría estar en tu puesto para actuar como tú. Ya ves, aquello que empezó como una posibilidad de conquista ha derivado a ser una letrina infecta que lleva tu nombre. Mírate y hazte caso. Tu propia imagen ya anuncia lo que eres y lo que se puede esperar de ti. No pases del intento de flirteo si ves que ni tienes capacidad, ni estilo, ni gracia, ni mérito para seguir. Nadie se merece a alguien como tú encarándosele para soportar nimiedades o baboserías. Pero sobre todo, nadie merecerá padecer por un tipo como tú que desconoce las diferencias existentes entre flirtear, acosar y abusar. Reconócelo y antes de avanzar, medita. Es por su bien; no lo olvides.

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