miércoles, 31 de enero de 2018


Parabrisas



Lo que debería ser una ventana abierta para encontrar la normalidad en el tránsito empieza a parecer un escaparate multicolor. En el costado derecho empezamos a colgar las primeras pegatinas de la i.t.v. que garantizaban a los curiosos la idoneidad de tu vehículo y la cosa ha ido en aumento. Algunas se resistieron a ceder su puesto y se adhirieron de tal modo que la imposibilidad de despegue sigue de manifiesto. De hecho he decidido guardar como reliquias  las de los años impares y lanzar al destierro las de los pares. Un damero ajedrecístico sobre  el que fijar la vista y entretenerse cuando las condiciones lo permiten. Un atasco, un semáforo, una recta interminable. Todo se presta a recordar la buena o precaria salud del vehículo que logró pasar el examen a la espera  de un futuro desguace. Por algún sitio de la guantera sobreviven los llaveros regalados y algún paquete de pañuelos de papel amarillento. Se han hecho ocupas de un espacio y no es plan de desahuciarlos después de tanto tiempo. No molestan y solamente se manifiestan ante los cercanos custodios de la ley. Son discretos y nada piden. Sin embargo, centímetros más arriba el caos se desata y la franja empieza a tener aspecto de superpoblación. De modo que no sé exactamente dónde ubicaré la que está a punto de ser obligatoria. Una pegatina colorida que hablará del tipo de contaminante que es el coche en cuestión. Ahora mismo no sé si será azul, amarilla, verde, roja, morada. Tampoco es que me quite el sueño. Lo más preocupante es buscarle ubicación cuando  llegue el momento. Puede que si nadie lo remedia me acabe convirtiendo en un mal imitador de aquel Renault ocho  que pilotaba Bernardo. No le cabían más pegatinas de discoteca en la luna trasera y ellas hablaban por sí solas del tipo  que era y sigue siendo. Una secuencia antecesora del gps oliendo a cubalibres de jota be que acompañaban al petardeo de aquel tubo de escape  imitador de  Zanini a su paso. Nunca tuvo problemas para verificar la calidad de su octanaje. Sabía que una vez concluido el fin de semana las acacias y los abetos purificarían lo que supuestamente había contaminado. Así que me hallo nadando en un mar de dudas y en un océano de desconsuelo. No sé cómo se tomarán el puzle que configure cuando vean que además de las pegatinas preceptivas  he añadido los posavasos de los pubs menos recomendables que encuentre. No soy fan de las discotecas y creo que ya ni siquiera regalan adhesivos. Mal camino llevamos, sin duda.  

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