Jura de bandera
Menudos tiempos aquellos. Había que
ponerse de bonito, desfilar al son de cornetas y tambores, respirar aires
marciales y besar con el alma encogida la bandera. Una bandera por la que
daríamos la vida (¿?) si fuera necesario sin meditar las intenciones que nos
llevaran a ello. Uno, dos, uno, dos, izquierda, izquierda, izquierda, derecha
izquierda. ¡Qué tiempos! ¡Qué emociones derramadas al compás del calimocho!
¡Qué sentimientos de camaradería a plazo fijo de reemplazo! ¡Qué bravura
vestida de verde oliva coronada con una boina! De modo que aquellos tiempos que
a algunos les parecerán prehistóricos, mira por donde, acaban de tener un
remake danés que nadie esperaba. Un “cabo cuartel” con más pinta de no saber
marcar el paso que otra cosa, ha conseguido una bandera en el bazar de la
esquina y se ha convertido en abanderado de una nueva jura de bandera en plan
graciosillo. Y con ser esto lamentable, más lamentable parece el hecho de darle
cobertura a semejante chorrada. ¿Qué se pretendía?: ¿Ridiculizar al electo
huido? ¿Demostrar sus temores ante los demás? ¿Conseguir el aplauso de la tropa
de a pie? Menuda imagen. Imagino que desde el mostrador la expendedora de
galletas de mantequilla habrá girado la vista para no sr testigo de semejante
bochorno. Vale, objetivo cumplido, sin saber cuál era. ¿Ahora qué falta?: ¿Otro
espontáneo con una montera que le pida “amablemente” que se la ponga y brinde
al tendido del siete? ¿Un cofrade que le lleve el capirote y le dé el número de
costalero que le han asignado? ¿Un fallero que le cuelgue el atuendo y lo
arrastre hasta la Ofrenda? No es por dar ideas, pero si se busca convertir a la
fe de la mayoría a quien solo entiende de una mayoría minoritaria para el
resto, el camino no es el adecuado. Y mal hará prestándose a ser el hazmerreir
si piensa que con ello se ganará el respeto de los demás. Nuevamente el lema
tarradellense sale a la luz y reivindica que un político puede hacer de todo
menos el ridículo. La imagen, en estos tiempos de imágenes, vale muchísimo más
que cien discursos. Ganar prestigio cuesta tanto tiempo como escaso tiempo
cuesta perderlo. Sea como sea, lo que sí debería plantearse, es si merece la
pena como precio a pagar. Yo, que simplemente me permito observar desde la
andana del once, me parece que para esta corrida, mejor sacar al sobrero. Y si
se trata de jurar bandera, te guste o no te guste, el patio de armas es el
lugar indicado. De las tejas y mantillas ya se encargarán los asistentes y del
himno, la banda de música. Que vuelen o no palomas, es opcional.
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