The
disaster artist
O sea,
que este bodrio ha sido galardonado con el Premio Feroz Zinemaldia por votación
de la Asociación de Informadores Cinematográficos de España en el Festival de
San Sebastián. Pues muy bien. Veamos entonces dónde está mi error de
apreciación. El argumento es muy simple: un tipo absurdo quiere ser actor y
ante las nulas cualidades que posee, convence a otro aspirante a actor para que
sea partícipe de un drama que costeará por sí solo. Nadie sabe del origen del
dinero y a medida que transcurre la película (por llamarla de algún modo) deja
de interesar tanto el origen de la pasta como la película en sí. Por si todo
esto no fuese suficiente, la grima que produce este aspirante a actor-guionista-director-productor
se complementa con un tono de voz repelente y una sobreactuación
pretendidamente histriónica. Ni siquiera aquí es creíble semejante engendro y
los minutos gotean sobre las butacas al mismo ritmo que los bostezos. Empiezas
a recordar en un lapsus voluntario aquellas películas basadas en rodajes de
película que tantos momentos de gloria dieron al esparcimiento y lloras por
dentro. Piensas en las noventa y cinco tesis de Lutero y sientes la imperiosa
necesidad de exponerlas ante los Papas del celuloide para ver si prohíben el
rodaje y puesta en mercado de esta gilipollez y las que pudieran llegar. Una
vez más, has sido engañado. Reconoces que te has dejado arrastrar por la
promesa de algo diferente y eso te ha llevado a esta atapuercana obra sin pies
ni cabeza. Parece ser que es una obra de culto y que en más de una sesión golfa
sigue triunfando. Bien, eso está bien. No hay resaca que encuentre mejor cura
que aquella en la que una sala es iluminada solamente por la pantalla a lo
largo de la madrugada. Podrás contener más o menos las ganas de ir al baño y
seguir creyendo que el garrafón no era tan malo como la obra que estás presenciando.
Puede que con un poco de suerte te duermas y algún alma caritativa no te
despierte al concluir. Igual al despertar te das cuenta de quién eres o quién
sueñas ser: un crítico informador. Si es así, genial. Será señal de que la cena
y el festín posterior que pagó la distribuidora merecen una palmadita de agradecimiento.
Entonces, aún sin peinar, con la resaca
adherida a ti, mientras te sirven un café bien cargado, sonríes a tus colegas y
entre todos pensáis que es una obra de arte ¡A ver quién es el primero en
partirse de risa ante tal propuesta! Ese, ese que sea capaz de pensar que sois
unos cretinos agradecidos, será nombrado presidente de la asociación. Igual
dentro de unas semanas le da por filmar algo similar sabiendo que la crítica
estará, sin duda alguna, de su parte. Si
no perteneces a este grupo de exégetas aduladores del frikismo, huye como alma
que lleva el diablo y evítate dos horas de estupidez.
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