jueves, 4 de enero de 2018


Cuestión de tamaño



Las comparativas suelen ser molestas para aquellos que se saben inferiores. Tienen la agridulce sensación de derrota nada más abrirse la puja y ni siquiera las compasivas palmadas de los incondicionales les sacan la menor de las sonrisas. “El mío es más gordo, más intenso, más directo y siempre funciona” suele espetar el que se cree superior. Y entonces el que se supone inferior se palpa y desde la quietud mal disimulada intenta mostrarse como dominador de la escena. “El mío, aunque te cueste creerlo, es mucho más resolutivo y nadie es capaz de contradecirme por más que no lo creas”. Y así, mirándose a la cara, prosiguen con su duelo encarnizado de gallitos a punto de saltar a la escena del combate ilegal. A su alrededor, los nerviosos apostantes, palpándose la ropa ante el riesgo de perderlo todo al menor de los descuidos.  Sobre la arena, los entrenadores de ambos mostrando sus espolones para dar cumplida cuenta de las imposibilidades del rival. Sobre los último asientos de los últimos estrados, de las últimas luces, el sudor frío recorriendo los rostros. La cuenta atrás del reloj avanzando inmisericorde y al trasluz un viento gélido como quinto jinete de un apocalipsis más que cercano. En ese momento echas de menos a la inocencia de aquellas partidas de parchís que amenizaban las tardes vacacionales de Navidad y piensas qué ecuánimes eran las reglas. Poco importaba si el cinco se resistía a salir y veías pasar a tus rivales preso en tu propia casilla. Antes o después tendrías la opción de darles caza y contarte veinte. Incluso las trampas del recuento se perdonaban entre risas y polvorones. De paso, los seguros se diseminaban sobre el tablero y suponían un alivio momentáneo. Aquello dejó de existir. Ahora, frente a ti y sin tú pedirlo, un duelo está a punto de llevarse por delante al tablero, a las fichas, a los involuntarios testigos, a los animadores del mismo y a quien haga falta. Embravecidos, con las palmas de las manos abiertas, los gemelos luciendo brillo a la espera de la cuenta atrás, esta pareja de púgiles, echándole más arrestos que nadie a lo que nadie desea. Saben de sobra que  la grandeza del órdago está en los preliminares y que una vez descubierta la baza final cada uno queda por lo que es. Así que lo más probable será que sigamos asistiendo a este enfrentamiento rapero sin que ninguno se atreva a desvelar quien de los dos la tiene más grande. Hay intimidades que es mejor dejar para la intimidad propia y no sacarlas a la luz para no pecar de ridículo. Sobre todo, y más que nada por consolarme ante el miedo que me producen, prefiero pensar que el tamaño, al menos esta vez, no es la cuestión más importante. Del cerebro, si acaso, ya hablaremos en otra ocasión. 

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