martes, 2 de enero de 2018


El último Don


Sabiendo de los antecedentes de Mario Puzo como escritor sobre el tema de la Mafia no debía sorprenderme  el resultado final de esta obra y no me sorprendió. Organiza del tal modo los perfiles de los personajes que consigue llevarte de un lado a otro en pos de unas razones que a los comunes de los normales nos resultan tan sorprendentes como envidiables. Poder, sexo, artimañas, corrupciones de todo tipo y un Don plenipotenciario reivindicando para su sangre un futuro estadounidense en el lado legal del éxito. Como si de la Sicilia originaria el código del silencio se hubiera exportado y fuera necesario mantenerlo como seña de identidad ante nuevas generaciones, estos que empuñan cualquier tipo de arma, exhiben un honor capaz de responder por ellos ante la más mínima duda de deslealtad. No pudiendo resistirse a los rumores de Verona, un cierto toque a amores imposibles se desliza hacia el final de la obra como prueba evidente y catalizadora de un modo de ejecutar lealtades. Da igual si la insistencia de los personajes de El Padrino o de Érase una vez América piden paso. No consiguen usurpar el perfil de aquellos que de tu imaginación han surgido mientras el plato de pasta cede el paso al queso parmesano. Las órdenes son claras y los escalones están suficientemente delimitados. Todo se rige por un código superior y a él se someten todos los protagonistas de la obra. Corruptelas políticas se sobreponen a las ambiciones del juego que el propio generador del juego sabe perdedoras de antemano. El Hollywood bambalinado se ofrece como el nido de víboras que únicamente entienden el valor del dinero. Alguna mínima concesión al lagrimeo poco creíble se pasa por alto en la medida en que se busca limar la soberbia de la diosa del celuloide. El amor se sublima hasta el punto de asomarse al precipicio de lo aceptable. Y a pesar de todo esto, las doscientas y pico últimas páginas se suben al tren del deseo de querer saber el final a toda costa. Mínimas sorpresas que acaban siendo enormes conforman este argumento que a la postre resulta magnífico. No os alarméis si al principio la catarata de nombres os sumerge en un laberinto intrincado. Tranquilos, pronto se aclara el panorama y cada cual ocupa su espacio. Y lo mejor de todo es que acabas sin tener necesidad de una continuación. La saga ya se escribió, se llevó al cine y subió al estrellato. Quién sabe si con esta obra Mario Puzo no quiso dejar claro que cada personaje que pulula por el oropel tuvo su bautismo en esas mismas raíces. De los sacramentos comunión y confirmación, mejor no os hablo; descubridlos por vosotros mismos y ya deduciréis el  porqué . Igual es que me da miedo y no quiero reconocerlo en público.      

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