Carmen Atienza
He de reconocer
que la sorpresa me vino cuando, sin siquiera sospecharlo, la prudencia que te
viste se adelantó para presentarte. No hubiese imaginado ni por un momento que
en ti buscaban refugio los versos que aquel aprendiz trazó y que tú generosa acogiste. Sé que la vorágine del día a día
nos hubo distanciado tanto o más que las distancias físicas que las calles trazaron de no haber
sido coincidentes en el gusto por los poemas. Por eso mi agradecimiento para
contigo se tiñe del pleno sentido que en ti cobra justa relevancia. Me consta
que en los ratos de ocio que las obligaciones
te prestan salen a la luz de la timidez para que los recites ante el
silencioso público que te aplaude. Y tú, casi como quien pide perdón,
ruborizándote ante el hecho de mostrar los sentimientos que desprendes y que
sólo los afortunados conocen y disfrutan. Porque eso te hace grande, Carmen, el
hecho de ser capaz de no renunciar a la belleza de las palabras que han sido
trazadas para que las almas sensibles les den sentido y libertad. Y caso de que
le auditorio insista en cohibirte, ahí tu fortaleza sale a relucir, tu firmeza
se erige en defensora y tu valentía se pone frente al no atrevimiento. Un no
atrevimiento que supondría una derrota por la que no estás dispuesta a pasar.
Mientras, tus hábiles manos tejerán manualidades con las que vestir a tus
tardes desde la placidez de la pausa. Juegas con ventaja porque tus yemas saben
adaptarse por igual al paso de las perennes hojas como a los hilos por trenzar.
Y todo desde la no arrogancia que te caracteriza. Poco importará la necedad que
te llegue si viene de aquellos que no son capaces de saborear lo que tú
destilas y degustas. Sólo aquellos seres similares a ti son capaces de
emocionarse ante los detalles que los campos abiertos ofrecen a la sombra de
los olivos. Los fríos arden ante ti cuando comprenden que su batalla está
perdida si siguen insistiendo en
hurtarte la armonía con la que convives. Podrán pugnar hasta creerse vencedores,
pero lo que nunca entenderán es cómo desde la falsa imagen de fragilidad que
transmites, has sido capaz de acabar con sus argumentos. Desconocen que naciste
del verso, el verso te acoge y de él consigues la pócima que logra hacer de ti,
amiga Carmen, un ser excepcional.
Jesús(defrijan)
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