lunes, 17 de febrero de 2014


Núria

Diríase de ella que nació en los verdes para morar en ellos. El valle que la nombra tuvo que aceptar resignado los designios de los vientos a los que se encaminó en pos de la luz de las velas acuosas. Y en ellas, el timón de su sonrisa derrite  a las tempestades que pugnan por batirle la proa. Cuentan que Neptuno, vencido ante su imagen, dio órdenes estrictas a las olas para que acariciasen los perfiles que la surcan a modo de sirena no varada en el tiempo ni anclada en los sueños. Vive como si la elegancia no la envidiase sabiéndose perdedora en la pugna. Y los amaneceres se pueblan de ventanas al horizonte en el que la línea divisoria de los azules acaba fundiéndose de paz, de sosiego, de calma. De haber nadado de espaldas, vestiría el atuendo de corsaria magnánima ante el galeón abordado para darle la última oportunidad de huída fingiéndose derrotada sin serlo. Cubriría los flancos del parche de aquel que mostrase excesiva crueldad que estaría de más en su buque. Y llegado el momento de ocultar el botín, esparciría tal cúmulo de pistas que cualquier necesitado sabría dónde encontrar su remedios. Así el catalejo barriendo barloventos de exquisiteces y sotaventos de poderío agrandaría el objetivo para que desde el otro extremo la certeza quedase plenamente demostrada. Cuida de las olas como sólo el agradecimiento suele oficiar. A ellas les debe lo que de ellas recibe y entre los salitres diluye los inconvenientes que a pocos convienen. Vive el arte por vestirse de musa a la menor ocasión mientras las jarcias esperan el turno de sus caricias por las yemas delicadas que les trenza. Su ancla deposita en los fondos pidiendo disculpas por los arañazos ocasionados sin percibir que es acogida como bien preciado. No, no va con ella la lisonja. Su mirada es la proa que marca las rutas por las que solamente el aguerrido filibustero que estuviese a su altura se atrevería a cruzar. Quizás con un poco de benevolencia, el próximo aro que circuncidaría su lóbulo no provendría otros cabos de buenas esperanzas distintos a los de conseguir su amistad. Templad velas si tenéis la fortuna de cruzaros en su ruta. Sabréis al instante, que ella, que Núria, ha tendido las redes a vuestro alrededor, os ha capturado, y por más intentos de fuga que probéis, fracasaréis de inmediato. Dejaos vencer sin resistencia ante su encanto; no hay derrota que sepa más a victoria, os lo aseguro.

 

Jesús(defrijan)

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