Núria
Diríase de ella que nació en los verdes para morar en ellos.
El valle que la nombra tuvo que aceptar resignado los designios de los vientos
a los que se encaminó en pos de la luz de las velas acuosas. Y en ellas, el
timón de su sonrisa derrite a las
tempestades que pugnan por batirle la proa. Cuentan que Neptuno, vencido ante
su imagen, dio órdenes estrictas a las olas para que acariciasen los perfiles
que la surcan a modo de sirena no varada en el tiempo ni anclada en los sueños.
Vive como si la elegancia no la envidiase sabiéndose perdedora en la pugna. Y
los amaneceres se pueblan de ventanas al horizonte en el que la línea divisoria
de los azules acaba fundiéndose de paz, de sosiego, de calma. De haber nadado de
espaldas, vestiría el atuendo de corsaria magnánima ante el galeón abordado
para darle la última oportunidad de huída fingiéndose derrotada sin serlo.
Cubriría los flancos del parche de aquel que mostrase excesiva crueldad que
estaría de más en su buque. Y llegado el momento de ocultar el botín,
esparciría tal cúmulo de pistas que cualquier necesitado sabría dónde encontrar
su remedios. Así el catalejo barriendo barloventos de exquisiteces y sotaventos
de poderío agrandaría el objetivo para que desde el otro extremo la certeza
quedase plenamente demostrada. Cuida de las olas como sólo el agradecimiento
suele oficiar. A ellas les debe lo que de ellas recibe y entre los salitres
diluye los inconvenientes que a pocos convienen. Vive el arte por vestirse de
musa a la menor ocasión mientras las jarcias esperan el turno de sus caricias
por las yemas delicadas que les trenza. Su ancla deposita en los fondos
pidiendo disculpas por los arañazos ocasionados sin percibir que es acogida
como bien preciado. No, no va con ella la lisonja. Su mirada es la proa que
marca las rutas por las que solamente el aguerrido filibustero que estuviese a
su altura se atrevería a cruzar. Quizás con un poco de benevolencia, el próximo
aro que circuncidaría su lóbulo no provendría otros cabos de buenas esperanzas
distintos a los de conseguir su amistad. Templad velas si tenéis la fortuna de
cruzaros en su ruta. Sabréis al instante, que ella, que Núria, ha tendido las
redes a vuestro alrededor, os ha capturado, y por más intentos de fuga que
probéis, fracasaréis de inmediato. Dejaos vencer sin resistencia ante su
encanto; no hay derrota que sepa más a victoria, os lo aseguro.
Jesús(defrijan)
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