Jesús Sahuquillo
La impronta estampa que
nos presenta renace del molde que el escultor romano rompiera. Patricio del
Senado en el que el Triunvirato tricolor vestiría los albos de su túnica en
defensa del plebeyo al que someten las escalas sociales por las que no aboga.
Seguro que renunciaría a dejarse engatusar por las vestales fingidas del templo
del Amor en el que cree a pies juntillas. Trovador de versos que le manan en la
ribera donde las lanzas adoptan formas de cañas a las que seducir con la brisa de
la tarde. Superviviente de las lavas volcánicas del desencanto que intentó
sepultarlo en vides dulces de retamas agrias y no lo consiguió. Sería capaz de
reposar sus ímpetus ante la contemplación de un atardecer si el campo llano se
vistiese de rosas a las que azafranar estambres. Este que manifiesta raíces
recias a las que sustentarse cada vez que su vista gira a poniente y su corazón
acompasa a las campanadas del ayer. Busca en el detalle lo que el detalle
esconde para abrirlo a las esperanzas como sólo los versados saben hacer.
Podría ser el nibelungo que interpretase la ópera por estrenar si viniese
pareja a la valentía y el avance constante. Uno más de los nónimos anónimos que
repudia las castas opresoras y que hubiese sido el abanderado asaltante de la
bastilla parisina al son del lema revolucionario. Calla más que dice para dejarse sorprender
por aquel que le encuentre. Esfuerzo baldío por quien lo intente. Habrá
diseñado de tal modo el camino que la vuelta de la penúltima curva mostrará al
incauto explorador sus propias carencias a las que no pondrá eco para evitar el
daño. Este Duce veneciano abriría las puertas de los calabozos para liberar a
los cautivos de las pasiones, sacando a la luz desde las ruinas del Puente de
los Suspiros los cimientos del Jardín de la Alegría. Florentino que llevaría de
la mano a Beatriz asegurando su talle ante el paseo por los infiernos para no
dejarla caer en tentación alguna que ella no desease. Este que jamás permitirá
que nadie desholle rías con navajas que seccionen su cordón umbilical por las
que fluir a las aguas del Este. Este que
tras la máscara adusta esconde más de lo que muchos muestran, capaz de reír las
chanzas con la franqueza que da el abrazo. Este que maneja tizas con la
destreza del director curtido que se ilusiona como novel. Este, amigos míos,
este es, Jesús Sahuquillo.
Jesús(defrijan)
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