El rulo gallardo
Era ese cilindro forjado de argamasas compactas con un eje de
hierro cuya misión consistía en allanar el piso de la era en la que se
trillarían las mieses cosechadas. Tirado por briosos animales cumplían su digna
labor para ayudar a paliar la escasez en los tiempos en los que la escasez
abundaba. También podría llamársele rodillo, pero dada la connotación
negativa-agresiva que apellida, lo
evitaré. Más que nada por ser utilizado
de modo soberbio por aquellos que se escudan en mayorías para abusar de las
minorías desde la voluntad popular. Y un ejemplo más a los ya sumados lo
tuvimos ayer en la era donde debería reinar el consenso y el debate. No sólo se
usó de él a la hora de aprobar una ley que nos retrotrae a tiempos del “ordeno y mando” sino que
además dio varias vueltas al menospreciar a aquellos que se sabían perdedores
de la votación. Ni la mínima dignidad tuvieron quienes ningunearon los turnos
de réplica y decidieron que su tiempo, que nos pertenece o debería
pertenecernos, estaría mejor dedicado a los pasillos, al ágape o a cualquier
otra ocupación. Decir que fue inelegante sería utilizar el eufemismo de modo
sumamente benigno. Si la gallardía se esconde tras el don del que se carece,
sólo el aplauso de los coros cercanos se ha de obtener a modo de palmeros
agradecidos. Si se juega con vidas en base a las que aún no lo son, bajo
pretextos encíclicos más que discutibles y axiomas teologales carentes de
virtud, al menos deberían tener la caridad para aquellos que discrepan y
escuchar sus argumentos. Pero qué pedir a quienes la soberbia ha elevado a los
altares del pisoteo. Me vienen a la memoria mayorías ganadas en las novatas
urnas por aquel que apostó a democracia. Jamás renunció a escuchar los
calificativos que le fueron destinados. Fue tildado de todos los modos a cual
más abyecto que minaron su fortaleza enfrentada a las traiciones. Y dio paso a los
siguientes turnos sin siquiera huir ante las balas. Así que aquel ejemplo no se
ha seguido y hemos de comprobar cómo el ninguneo rotula a los azules que visten
invisible sotanas. Falta gallardía, sin duda, en acometer un debate en el que
saldrían a relucir atavismos que creíamos olvidados. Y con ser todo esto
lamentable, qué decir de aquellas que anteponen obediencias a siglas a
solidaridades de género. Que alguien se equivocó al creer que educaba a sus
hijas o a sus alumnas hacia la igualdad. Si fueron conscientes, lamentable, y
si no lo fueron, lamentable también. Pero como próximas estudiantes a futuro, espero
que reclamen recuperaciones a las que acudir para demostrar que los deberes ya
están hechos, y los nuevos postulados enseñan verdades como puños a las que no
renunciarán. Entre ellas, la libertad de elección y la elegancia en la defensa
de sus postulados. Eso sí, tendrán la gallardía de no abandonar su escaño para
dejar con la palabra en la boca al que discrepe de ellas. Son, sin duda, gallardas
con don o, si lo consideran, sin él; que decidan ellas.
Jesús(defrijan)
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